¿Y ahora? Recuérdame

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Una vida de película

Muy de vez en cuando el cine nos regala experiencias tan poderosas, descarnadas, viscerales y conmovedoras como ¿Y ahora? Recuérdame. Por eso, un entusiasmado consejo cinéfilo: ¡No la dejen pasar!

Primero: ¿Quién es Joaquim Pinto? Se trata de un multifacético artista (actor, editor, camarógrafo, director de fotografía, productor, realizador de ficciones, documentales y animaciones y, sobre todo, eximio sonidista) que trabajó mucho con su mentor Joâo Cesar Monteiro, varias veces con Raúl Ruiz, y con otros autores como Manoel de Oliveira, Werner Schroeter, Joâo Canijo, Joâo Pedro Rodrigues y André Téchiné. Y es dueño de una filmografía que va desde Una piedra en el bolsillo (1988) hasta Evangelio según San Juan (2013).

¿Y qué es lo que hace tan especial a este film? El punto de partida es el de construir un diario íntimo para exponer el tratamiento con medicación experimental que el propio director emprendió durante un año en su larga y titánica lucha contra el SIDA y la Hepatitis C (está infectado desde hace casi dos décadas).

Sí, en varios de los extraordinarios 164 minutos de ¿Y ahora? Recuérdame se habla de (¡y muchas veces se muestran!) infecciones crónicas, cirrosis, virus, bacterias, plaquetas, hemoglobina, inyecciones, píldoras, dolores que aquejan todo el cuerpo, insomnio, picazón, fotofobia y otros efectos colaterales…

Pero quien crea que este film es un mero tratado médico y un bajón deberá saber que estamos ante un relato apasionante, de una inteligencia y una sensibilidad superiores. Pinto se expone en toda su intimidad (puede que haya algo de exhibicionismo en el proceso) y en toda su dimensión intelectual (por momentos puede pecar de demasiado pretencioso), pero el resultado es casi siempre atrapante.

¿Y ahora? Recuérdame es también un hermoso ensayo cinéfilo (reivindica a sus héroes y amigos de los años ’70, ’80 y ‘90: Pier Paolo Pasolini, Derek Jarman, Serge Daney y un largo etcétera), una gran historia de amor gay (Pinto vive con su pareja y socio laboral Nuno Leonel), un film sobre viajes, sobre música y literatura, sobre la crisis europea, sobre la relación directa con la naturaleza (ambos trabajan la tierra en una pequeña parcela en las islas Azores), sobre perros y sobre muchas, muchísimas cosas más.

Pinto apela al collage, a un patchwork estilístico que incluye la lectura en off de sus caóticas notas médicas y de citas a grandes autores, una excelente selección musical y, ya en el terreno visual, pasajes en impecable HD y viejos materiales en Súper 8, largas tomas fijas e imágenes aceleradas, animaciones, efectos visuales y miradas al microscopio con las muestras extraídas de su cuerpo.

Una película a-lo-Chris Marker mixturada con elementos de la vanguardia y del videoarte que resulta, sí, dura, ardua y hasta por momentos cruel, pero también hermosa y fascinante. Decididamente imperdible.