X-Men: Días del futuro pasado

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Hay que reconocerle a Bryan Singer el esfuerzo que hizo no solo en la dirección, sino, principalmente, en el guión, para que “X-Men: días del futuro pasado”(USA, 2014) atrape desde el inicio al fin y se presente como una de las películas definitivas de superhéroes.
Más allá que sabía que contaba con uno de los cast más impresionantes y con las estrellas más rutilantes del firmamento cinematográfico (y sino miren la reciente incorporación de Peter Dinklage a la saga), sin un argumento fuerte que apoyara las actuaciones, nada sería lo que es en esta oportunidad.
“X-Men: días…” supera a su predecesora porque es capaz de hacer cohabitar en un mismo tiempo fílmico a todos los mutantes con los que tanto hemos sufrido y soñado a la vez.
Los duelos actorales obviamente, y ante la posibilidad de esta coexistencia, estarán a la orden del día, como así también los entrañables sentimientos de amistad que, por ejemplo, pueden existir entre seres tan disímiles entre sí como Wolverine (Hugh Jackman) y Bestia (Nicholas Hoult/Kelsey Grammer).
La acción, en una dinámica y trepidante escena, comienza cuando los X-Men deciden hacer viajar al pasado a Wolverine, para poder así detener a Mystique/Raven (Jennifer Lawrence) y evitar que asesine al científico Bolivar Trask (Dinklage), creador e impulsor de los Centinelas (los gigantescos robots inteligentes que asesinaran en un futuro a los mutantes).
En ese viaje al pasado, Wolverine se encontrará con el joven Xavier (James McAvoy) y Bestia (Hoult), en medio de la desolada y abandonada escuela para jóvenes mutantes. Con ellos, luego de varios intentos de explicar su situación de “viajero”, intentará a toda costa detener a Mystique (Lawrence), sabiendo que con su habilidad no será una misión fácil.
En el medio de la historia el eterno planteo de la saga, la lucha por sobrevivir de estos seres diferentes, que intentarán imponerse frente a aquellos que niegan la posibilidad de vivir en paz y armonía a todos juntos.
A su vez la acción irá y vendrá en el tiempo y asistiremos a cómo en el futuro el grupo de X-Men, ya adultos (el viaje se retrotrae a 50 años al pasado), deberán tratar de controlar y resistir a los embates que el grupo de Centinelas acomenterá sobre ellos.
En esos viajes en el tiempo, todo el despliegue audiovisual y sonoro se potenciará para lograr generar tensión entre los personajes, a los que se sumará la eterna rivalidad entre Magneto joven (Michael Fassbender) y el joven Charles X (McAvoy), entre quienes, a pesar de saber que deben trabajar en conjunto para evitar que toda la descendencia padezca un castigo y control mayor, nunca terminan de celarse y traicionarse.
Además de trabajar con la eterna pelea entre buenos y malos, la idea principal de la película es la de ver si de alguna manera el destino se puede cambiar a pesar de los obstáculos. “El futuro está escrito” arranca la narración del filme, para luego demostrar que siempre existe la posibilidad de que “todo lo que sucede está en tus manos”, otra de las frases new age que se escuchan en algún momento.
Singer aprovecha la contextualización histórica del comic para anclar su narración en un futuro y en la década de los setenta del siglo pasado, con referentes como Roberta Flack y Richard Nixon (interpretado por Mark Camacho), la guerra de Vietnam, y hasta animarse a indicar que la detención de Magneto es porque asesinó a J.F.K (¡a quien también acusan de mutante!).
Un filme para entretenerse, divertirse y disfrutar y en el que el virtuosismo del director y la calidad de las actuaciones (todas) no hacen más que seguir afirmando el buen momento de las películas de la Marvel.