Whisky con Vodka

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Cuando el cine se ríe del... cine

El cine dentro del cine constituye casi un subgénero con vuelo propio, que ha sido transitado por numerosos directores -una lista a las apuradas podría incluir a La noche americana (Truffaut), Las reglas del juego (Altman), Cuéntame tu historia/Sate and Main (Mamet), La rosa púrpura del Cairo (Allen), Cazador blanco, corazón negro (Eastwood), El nombre del juego (Sonnenfeld) y Ed Wood (Burton)- con los más diversos resultados.

En esa línea se inscribe también Whisky con vodka, el más reciente trabajo del prolífico realizador alemán Andreas Dresen, el mismo de las muy diversas entre sí Grill Point, Summer in Berlín y ese inesperado éxito que fue (aquí y en el exterior) Nunca es tarde para amar, sobre el sexo en la Tercera Edad.

Conocí hace un año a Dresen en el marco del SANFIC (el festival de Santiago de Chile). Compartimos algún almuerzo y un par de charlas. Me cayó bien, me pareció un tipo amable, simpático, sensible, un poco naïve y bienintencionado (políticamente correcto). Iba a presentar allí Whisky con vodka, pero había aprovechado el viaje para recorrer bastante con su esposa e interiorizarse en la problemática latinoamericana (le apasionabal el tema de los derechos humanos en Argentina y Chile).

Esas mismas características (amable, simpática, sensible y agregaría disparatada y melancólica) son las que definen a esta película sobre el caótico rodaje actual de una historia de época (ambientada en 1928) llamada Tango para tres. El protagonista es una vieja estrella, un galán maduro, egocéntrico, despótico, neurótico y borrachín que manipula, hace y deshace lo que quiere y cuando quiere para sufrimiento del director y del productor. Finalmente, ambos optan por una salida tan ridícula como diplomática: ante el riesgo cada vez más concreto de que el film no se termine, contratan a un intérprete algo más joven y bastante menos conocido (viene del teatro experimental) para que haga el mismo personaje. Así, cada toma será rodada en dos versiones, con dos actores diferentes.

Whisky con vodka es una comedia de enredos sobre las miserias de los artistas con toques de humor negro, romances (la película dentro de la película es un triángulo amoroso sobre un hombre veterano enamorado de una madre y su hija) y -también- con una veta algo exagerada que por momentos se acerca demasiado al patetismo. De todas maneras, con esa y alguna otra reserva menor, recomiendo esta nueva demostración de la categoría narrativa de Dresen, un cineasta cálido que, también como persona, resulta una rara avis dentro de la frialdad general del cine alemán.