Wakolda

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Un nazi en mi mesa

Wakolda es una producción de primer nivel y con una cuidada reconstrucción de época (1960) en la que intervienen compañías de varios países (Argentina, Francia, España, Noruega), realizada por una directora y escritora joven, talentosa y atractiva como Lucía Puenzo a partir de una novela propia, y sobre un tema complejo y controvertido como la presencia de los nazis en Bariloche. Todo servido, por lo tanto, para el debate cinéfilo (y también extracinematográfico) acalorado, apasionado.

Esta nueva película de la realizadora de XXY y El niño pez tiene varias líneas argumentales (quizás demasiadas para sus 93 minutos) que se entrecruzan y en algunos casos se potencian entre sí: la llegada al sur de Josef Mengele (el español Alex Brendemühl) con la cobertura de una red clandestina que opera dentro de la comunidad germana; la relación que él establece con una pareja joven (Natalia Oreiro y Diego Peretti), que también arriba a la zona para reabrir una hostería familiar a orilla del lago Nahuel Huapi en la que el ex jerarca nazi decide hospedarse por seis meses; y -sobre todo- la mutua y enfermiza obsesión que se produce entre el protagonista y la hija del medio del matrimonio, Lilith, de doce años, que tiene problemas de crecimiento por haber nacido prematura. Hay más temas y subtramas: el despertar sexual preadolescente, la dinámica escolar en el colegio alemán, la fabricación de unas muñecas de porcelana (de allí e título del film), la caza de nazis por parte de agentes israelíes y, claro, los experimentos genéticos que hicieron tristemente célebre a Mengele.

Más allá de la acumulación de capas (es una “cebolla” cinematográfica, un verdadero rompecabezas para armar y hay momentos en que al relato le cuesta respirar), cabe indicar que Puenzo maneja la mayoría de ellas con precisión, rigor, recato y delicadeza, apoyada en un sólido elenco que sortea con muchísimo profesionalismo el desafío del idioma (el 60 por ciento de la película está hablada en alemán y varios de ellos se aprendieron los diálogos por fonética).

Wakolda tiene un arranque impecable en la presentación de los personajes y el contexto; en el medio la narración se "ameseta" un poco para recuperar su aliento en un desenlace a pura tensión y suspenso, cuando el melodrama familiar cede lugar a elementos propios del thriller. Con una narración más clásica que en sus dos films anteriores, Lucía Puenzo demuestra que puede abordar temas espinosos y provocadores sin caer en lugares comunes ni golpes bajos. Bien por ella.