Viva el palindromo!

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Además de prolífico y reconocido director, Tomás Lipgot es un obsesivo palindromista; es decir, de esas personas que se la pasan buscando palabras o frases reversibles, que se leen igual de izquierda a derecha y de derecha a izquierda.

Que el cineasta haya nacido en Neuquén o que el vuelo a Barcelona -epicentro del universo del palíndromo- haya sido en la aerolínea Level parecen meras casualidades, pero de estas ocurrencias (y otras bastante más complejas) está hecho este documental luminoso, entrañable, festivo y decididamente disfrutable. Lipgot vivió siempre con el trauma de ser "un freak antisocial", pero al conectarse con decenas de pares (muchos de ellos artistas e intelectuales de notable trayectoria) se dio cuenta no solo de que no estaba solo en este mundo, sino que existe además una cofradía de cultores de la simetría de las palabras.

Y hacia Cataluña (con algún paso también por París) enfila Lipgot para conocer a los hilarantes y cautivantes integrantes del Club Palindromista Internacional y participar de su congreso anual, que incluye desde solemnes hasta muy lúdicas actividades. ¡Viva el palíndromo! resulta una reivindicación emotiva y divertida a la vez sobre todo aquello que el capitalismo y la sociedad de consumo suelen despreciar: seres distintos que se dedican a actividades que no generan rédito. Pura pasión por el lenguaje y por cultivar el sentimiento de camaradería.