Visages Villages

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Galería a cielo abierto

La relación íntima de cada uno con el arte, ya sea cercana o lejana o en un ambiguo terreno intermedio, va a depender de factores varios como la crianza, el trabajo y el ideario de adulto del individuo en cuestión. Como tantas otras dimensiones que en términos estrictos no son indispensables para la vida, las creaciones simbólicas de todas formas cumplen un rol muy importante en la educación y el enriquecimiento cultural de los pueblos, generando la misma o una mayor satisfacción que otras actividades e impulsos del devenir cotidiano de las personas. Entre un capitalismo que gusta de presentarse -tracción a mentiras- como la única alternativa de sociedad y un conformismo generalizado por parte de los sectores populares, para la mayoría esto del arte autodidacta e independiente resulta un gran misterio porque escapa a los criterios por antonomasia de la razón instrumental y el lucro infinito.

De hecho, es ese lazo con el arte el que interroga Visages Villages (2017), un documental muy interesante escrito y dirigido por la veterana realizadora Agnès Varda, quien en algún momento perteneció a la Nouvelle Vague, y Jean René aka JR, un artista callejero urbano especializado en intervenciones basadas en carteles pegados en edificios cual gigantografías alternativas y/ o pintura mural. Como el título lo indica, el film es una road movie que retrata los rostros de los habitantes de los pueblos del interior de Francia, con el objetivo de sacarles fotos, transformarlas en afiches enormes mediante el “camión impresora” de JR y finalmente pegarlas en las fachadas de sus hogares, en sus lugares de trabajo o en espacios públicos concretos. La técnica coquetea a la par con el sustrato artesanal del graffiti, la rapidez del stencil y todo ese realismo despojado y bien enérgico de las propias fotografías.

Con una generosa dosis de detalles autobiográficos símil Las Playas de Agnès (Les Plages d'Agnès, 2008) y algo del misticismo bucólico de The Gleaners & I (Les Glaneurs et la Glaneuse, 2000), los realizadores construyen un recorrido de tono picaresco y francamente adorable por las historias y vicisitudes de “gente común” al paso, aunque sin esa típica condescendencia de buena parte de la alta burguesía artística y enfocándose sobre todo en las pequeñas batallas y victorias cotidianas: así tenemos a una mujer que se rehúsa a marcharse de su hogar en un barrio minero a punto de ser destruido, un granjero actual que cultiva 800 hectáreas él solo, una antigua pareja de amantes que fueron en contra de sus respectivas familias, los trabajadores de una planta productora de ácido clorhídrico, un pueblo fantasma, a medio edificar y abandonado, un cartero a la vieja usanza, un jubilado empobrecido con aires de linyera, una mujer que vive del ganado ovino y no lo mutila como las empresas contemporáneas del rubro y finalmente las esposas de tres estibadores portuarios, quienes ven sus figuras reconvertidas en una monumental y bella gigantografía.

Desde ya que Varda se permite alguna que otra de sus conocidas “licencias poéticas” (grandes momentos como el de sus pies y sus ojos en los vagones de un tren o el de la chica con la sombrilla en el lateral de un edificio), y hasta incluye un intento de reencuentro con su ex amigo Jean-Luc Godard (sin duda el punto más fuerte de la película, aquí apelando a un recurso paradigmático del cine de Michael Moore, léase el remate anímico). La obra de manera progresiva se posiciona como una experiencia lúdica y muy afable en la que la octogenaria Varda y el treintañero JR conforman un dúo insólito que por un lado propone una visión humanista de la influencia del arte y su capacidad transformadora del entorno social, como decíamos antes, y por otro lado examina los vínculos entre la amistad, la familia, el amor, el trabajo y la propia mortalidad, todo a su vez complementado por una hermosa banda sonora a cargo de Matthieu Chedid. Las galerías a cielo abierto de Agnès y Jean constituyen una señal inequívoca de que es posible un arte que le gane a la publicidad y el marketing capitalistas en lo que hace al dominio visual de las calles y plazas públicas…