Vino para robar

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

(Anexo de crítica)
Pocos directores argentinos “industriales han logrado darle perfil definido en poco tiempo a su obra. Podríamos hablar de Lucía Puenzo y más en el borde Lucrecia Martel, pero Ariel Winograd con sólo tres films en su haber, es uno de los realizadores más frescos del panorama cinematográfico actual.
En “Cara de queso, mi primer ghetto” (Argentina, 2006), el despertar sexual de un grupo de adolescentes judíos criados en un country le servía para sorprender al público. Con “Mi primera Boda” (Argentina, 2011) intentó emular, con estilo local, las rom com con situaciones de bodas norteamericanas. En su nuevo filme, “Vino para Robar” (Argentina, 2013), Winograd incursiona en el género de estafadores y coquetea con el suspenso, sin dejar de girar sobre el clásico formato comedia , algo que maneja muy bien
En “Vino…” hay un ladrón de guante blanco, Sebastián, interpretado por Daniel Hendler (con un registro diferente al que nos tenía acostumbrados y con un look alejadísimo del Andy de “Graduados”) que se verá enredado por la bella Natalia (Valeria Bertuccelli), una colega del rubro.
Natalia engaña a Sebastián, Sebastián engaña a Natalia, y en el medio aparece un siniestro multimillonario llamado Segundo (Juan Leyrado en plan Lex Luthor), quien tiene muchas sopresas para la pareja protagónica.
Una máscara de oro azteca, un vino añejo (Chatteau Bardón 1895) con un extraño sortilegio (el que lo beba con su ser amado vivirá con él feliz para siempre), no importa cuál es el botín, porque en el fondo “Vino para Robar” cuenta la historia de dos seres solitarios buscando afecto, pero cuando dan con él, no saben como resolverlo.
La película pasa de escenarios cerrados (museos, departamentos) a la amplitud de paisajes naturales (rodados en Mendoza y en Florencia, Italia) otorgándole características de producción destacada para los parámetros locales. Winograd utiliza todos los recursos disponibles (trazos gráficos, ralentíes, planos aéreos, helicópteros) para que la tensión no baje y el relato conserve frescural.
Tenemos en los prestigiosos secundarios a Martín Piroyansky, interpretando a Chucho, nerd experto en computadoras y políglota (le queda bien el acento alemán!), a Pablo Rago como Mario Santos, un investigador privado que le pisa los talones a Sebastián, y al simpático Alan Sabbagh, quien no para de crecer en cualquier rol que juegue en este tiempo. También se destaca una pequeña participación de Iair Said como una guardia de seguridad obsesionado con el Sudoku.
Más que interesante propuesta para renovar cartelera, en el regreso del público adulto a salas. No se la pierdan.