Vientos de agosto

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Enfocada en la contemplación de una comunidad marginal de Brasil que vive de la producción rudimentaria de Cocos, “Vientos de Agosto” (Brasil, 2015) del debutante Gabriel Mascaro es un filme que deambula entre la documentación ficcional y el exagerado estereotipo para representar una otredad que le sirve de puntapié inicial en la narración.
Mientras Shirley y Jeison se aman sin pensar en nada ni nadie, el mes de agosto le traerá dos obstáculos, aparentemente, para que su relación avance sin impedimentos. A saber: un extraño meteorólogo que querrá registrar los vientos de la zona, y el cuerpo de una persona que, fallecida hace días, se convertirá en la obsesión de Jeison.
Mientras la gente de la aldea continua trabajando y viviendo, Jeison detiene todas sus actividades, dedicando horas y horas, con recelo, a limpiar ese cuerpo sin rostro y que expele líquidos luego de haber estado en el agua, sumergido, quién sabe cuánto tiempo. Mientras Mascaro muestra al joven obsesionado con ese cadáver, por otro lado nos mostrará al meteorólogo con su equipamiento recorriendo la aldea y haciendo contacto con cada uno de los lugareños para obtener información sobre en qué lugar es ideal hacer foco para poder obtener el mejor registro de las brisas que necesita tener.
Pero la tarea no es fácil, porque algunos lo mirarán con ojos de extrañamiento, y su trabajo será visto como una invasión a la pacífica zona en la que todos habitan sin más que la rutina de bajar los cocos a diario y el emborracharse escuchando música foránea por las noches.
“Vientos de Agosto” posee una delicada fotografía que acompaña los paisajes exóticos que muestra, ese es una de las principales virtudes de un filme que falla, principalmente, en la representación de la otredad que muestra.
Si en un primer momento el acercamiento le permite a Mascaro presentar con originalidad la realidad de la aldea, en una segunda etapa del filme, luego del descubrimiento del cadáver por parte de Jeison, su narración se resiente al no encontrar un verdadero objetivo para contar.
Shirley se sorprende ante la posición que Jeison decide tomar, abandonando todas sus tareas, incluso aquellas necesarias como la formación de barricadas para evitar que su vivienda y las de los demás se inunden con la subida del agua, clave de la época en la que se encuentran.
“Vientos de Agosto” construye cuerpos como animales, los representa como exóticos, y los libera en un momento a su propia suerte sin orientarlos ni dirigir al espectador hacia algún lado. Hay largas escenas en las que el meteorólogo enfoca al cielo con su micrófono, y Mascaro se detiene ahí varios minutos sin aportar nada de información al relato. Y también hay otras situaciones, como la pareja haciendo el amor en el camión que lleva los cocos, un sexo for export que nada suma al relato.
Aquello que comenzaba como una lírica y poética historia de amor en un paraíso natural, termina por convertirse en una historia prejuiciosa sobre las diferencias, en las que la representación exagerada y estereotipada del otro resiente una propuesta que naufraga sin poder regresar a su inicio.