Vicenta

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

Burocracia y castigo

En la urgente y necesaria Vicenta (2020), de Darío Doria (Salud rural, Elsa y su ballet), se pone en evidencia el decadente y anacrónico sistema burocrático estatal a partir de la búsqueda de justicia de una madre que necesita que se le practique un aborto a una de sus hijas, abusada en su domicilio por su tío.

Con escasos recursos, pero con la férrea convicción de lograr que esa interrupción del embarazo pueda, de alguna manera, aquietar el dolor que la joven, una mujer discapacitada, vulnerable, una vez más, ante la ineficiencia y dejadez de un aparato que no evoluciona, Vicenta hizo lo imposible.

Darío Doria se había hecho eco del caso cuando allá por 2006 tenía horas y horas en el prime time televisivo y también una prolífica cobertura en los medios gráficos, la que, en algunos casos, y dada la coyuntura histórica, tampoco ponía el acento en el lugar que se necesitaba. Porque ese es también uno de los grandes problemas, cuando los medios de comunicación prefieren subrayar con sensacionalismo en vez de acompañar con inteligencia y verdad para lograr cambios necesarios en la sociedad.

Con la idea de hacer algo sobre el tema, y dar vuelta por varias formas y soportes, finalmente la elección de utilizar personajes de plastilina para representar las acciones, otorgan una magia especial que potencia las ideas que contienen al film, gracias a un notable, exhaustivo, preciso y bello trabajo, de la ilustradora Mariana Ardanaz, como así también, el cuidado y obsesivo detalle de las escenografías y espacios, que refuerzan, desde una narración en off sublime, con la voz de Liliana Herrero, el derrotero de una mujer que dejó todo para lograr liberar a su hija de una posible condena física y social desprendida de una situación de abuso dolorosa.

Y mientras el relato de los acontecimientos por los cuales pasaron Vicenta, su hija Verónica, pero principalmente Laura, la joven abusada, avanza, entre la combinación personajes y voz en off, se produce el milagro para el espectador el que verá cómo toda la historia se mueve ante sí, sin un solo movimiento de las figuras.

El guion del propio Doria y Luis Camardella, estructuran la historia, pero la narración en off, escrita por Florencia Gattari, además, hacen resonar cual ciclo sin fin, el relato de un caso conmovedor y movilizante que supo, gracias a Vicenta, la comunidad que la acompañó, y sus hijas, lograr un final acorde, propiciado por un espíritu de lucha inagotable.

Imagen y sonido, más que nunca, se multiplican en esta película documental, plagada de aciertos y buenas intenciones, y que ponen una vez más en evidencia la vulnerabilidad de los más débiles frente a un aparato estatal sujetor que dictamina y determina qué se puede hacer y qué no poniendo obstáculos y trabas en sus infinitos laberintos burocráticos.

Tal vez hoy, a la distancia, y con la multiplicación de casos, lamentablemente, y con un debate que comenzó sobre la necesidad de la legalización del aborto seguro y gratuito, el relato cobre un peso mayor, al ver, en perspectiva, la necesaria implementación de ese protocolo que permitiera, a Vicenta, su hija, y las demás Vicentas, escapar de un futuro plagado de incertidumbre y ausencias.