Vacío

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

"Vacío": un rufián melancólico oriental

Ganador de la Competencia Latinoamericana en la edición 2021 del Bafici, el primer largometraje de ficción del documentalista Venegas está correctamente filmado y actuado, resulta dramáticamente derivativo y coquetea en su última parte con un previsible mecanismo de thriller.

Hay inmigración taiwanesa, hongkonesa y coreana en Argentina y fuertes colonias japonesas en la zona de Sao Paulo, en Perú y en Paraguay, donde en fecha más reciente se afincó también población proveniente de China Continental. Lo que es menos sabido es que inmigrantes de este último origen también lo vienen haciendo en Ecuador, y es en el interior de esa comunidad donde transcurre Vacío, coproducción de ese país con Colombia y Uruguay, ganadora de la Competencia Latinoamericana en la edición 2021 del Bafici. Autor de un documental previo sobre Alberto Spencer (el centrodelantero que tuvo a mal traer a River, en aquellas tres famosas finales con Peñarol que definieron la Copa Libertadores 1966), la opera prima en la ficción del quiteño Paul Venegas está correctamente filmada y actuada, resulta dramáticamente derivativa y coquetea en su última parte con un previsible mecanismo de thriller. A todos los efectos, un premio excesivo el del Bafici. Así como lo es ahora su estreno en la Sala Lugones.

Lei (Jin-fu) y Wong (Lidan Zhu) se conocen en un lugar poco romántico: el negro interior de un container, donde los han metido junto a algunas decenas de compatriotas para su embarque en el puerto de Zhengzhen, con destino a aquella lejana capital latinoamericana. Su llegada es recibida con una persecución policial, que no apunta a detenerlos sino a entregarlos al godfather Chang (Dai Min Meng), dueño del comercio, limpio y no tanto, de la zona. La independiente Lei huye pero igual la atrapan, y Chang la contrata para atender un cyber. Así como conchaba a Wong para mandados varios, que empezarán como empleado de un “Todo x 2 $” (o uno de sus sucesores), y derivarán más tarde en el cobro del diezmo a los comerciantes de la comunidad. Una suerte de rufián melancólico oriental, a Chang se le cae la baba por la muy bonita Lei, pero no se anima a pegar el zarpazo. A lo que sí se anima es a prometerle un futuro falso en Nueva York, la quimera con la que sueña la chica, mientras prepara a Wong para una operación no muy legal, de regreso en China.

Con una variante interesante en el personaje de Chang --un guapo que no mata una mosca--, el resto está todo visto. Tanto en la realidad (un siglo atrás, la organización de proxenetas polacos Zwai Migdal trajo con similares promesas a miles de compatriotas rubias y judías a la Argentina, a las que esclavizaron en prostíbulos locales) como en el cine (la película argentina La mosca en la ceniza o la brasileña 7 prisioneros) se han visto situaciones parecidas. Aunque en este caso son más suaves, lo cual es preferible socialmente, pero no tanto dramáticamente. 

Chang no quiebra dedos ni empuña armas. Sí abusa de la deseada Lei, una noche de derrota en el casino y consiguiente borrachera. Pero la resolución de Vacío parece, de tan facilonga, más un juego de escondidillas que un escape contra reloj. Coescrita por el argentino Martín Salinas, no es que la película de Venegas esté mal. Se trata, queda dicho, de una película correcta, sinónimo de que la puesta en escena carece de relieve.