Una novia de Shanghai

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

El amor verdadero trasciende fronteras, idiomas… y también la muerte. El cine se ocupó de mostrarlo innumerables veces. Una Novia de Shangai (2016) es una nueva –y buena- prueba.

Dos vagabundos dan vueltas por Shangai, durmiendo bajo puentes, robando en las calles, hasta que logran pasar la noche en un hotel. De pronto surge del más allá una voz masculina con un curioso encargo: que desentierren el ataúd de la pareja del ahora espíritu y lo trasladen al puerto de la capital china. El dúo decide hacerle caso (en especial, luego de escuchar que recibirán una gran recompensa) y, cargando el féretro, emprende una aventura peculiar.

Luego de Iraqui Short Films, En el Futuro y Accidentes Gloriosos, Mauro Andrizzi vuelve con una road movie cómica y delirante, donde los vivos se comunican con los muertos en una metrópolis hiperavanzada. Sin embargo, el director logra transmitir que, pese a la postmodernidad de aquel entorno, aún hay tiempo para las tradiciones y los sentimientos verdaderos, empezando por el amor. De hecho, los protagonistas (siempre chinos, como la mayoría de los actores) de por sí representan un fuerte contraste con los ciclópeos edificios y la tecnología novedosa.

Una película de irresistible simpatía que, sin ponerse pretenciosa, deja pensando en lo nuevo, lo viejo, la vida, la muerte, el amor, la felicidad.