Una cita, una fiesta y un gato negro

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Música sin espera

¿Puede la música arruinar una película? Vean Una cita, una fiesta y un gato negro y después me cuentan. No es que el guión de esta ópera prima de Ana Halabe sea un dechado de creatividad, ingenio y sorpresa, pero era un material digno para el despliegue histriónico, la simpatía y la belleza de dos actrices de indudable talento como Julieta Cardinali y Leonora Balcarce.

Sin embargo, la omnipresente, tortuosa y desagradable banda de sonido (responsabilidad de la propia directora) que no sólo afecta los climas sino que además subraya y acentúa cada una de las situaciones (y lo que debemos “sentir” frente a ellas) termina conspirando contra el disfrute de una historia ligera sobre la mala suerte: la (re)aparición –luego de 15 años- de Felisa (Balcarce), una antigua compañera del secundario, en la vida de la hasta entonces feliz y exitosa Gabriela (Cardinali), transforma su vida en un infierno en apenas tres días.

El film dialoga con elementos clásicos de la comedia popular (la figura del jettatore) y, si bien el eje es la relación entre estas dos “amigas” (Felisa invade y Gabriela trata de evitarla), hay un trasfondo ligado al mundo empresario (en este caso, el de las cadenas de pinturerías) y a las relaciones afectivas: Gabriela cree que su marido (Fernán Mirás) la engaña y se tienta con el padre de un compañero de colegio de sus hijos (Nicolás Pauls).

La elección del casting no es mala (aunque hay grandes intérpretes no del todo aprovechados en los personajes secundarios) y la comedia es un género que el cine argentino pide a gritos en su búsqueda de reconciliarse con el público masivo, pero Una cita… termina siendo una película frustrante porque no es un producto redondo, no aprovecha en todo su esplendor el carisma de Cardinali y Balcarce, y -como quedó dicho- nos ametralla con una música torpe y berreta (no encuentro mejores adjetivos). Una verdadera pena.