Una aventura extraordinaria

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Nada es imposible

Adaptación del best seller “La vida de Pi”, tiene como protagonistas a un joven que se salvó de un naufragio, en un bote con un... tigre.

Película difícil de saber cuál público le responderá mejor, si el joven o el adulto, Una aventura extraordinaria es otra muestra de la habilidad de Ang Lee para correrse de un género a otro y, por lo general, lograr cometidos convincentes y emotivos.

El director de Sensatez y sentimientos , El tigre y el dragón y Secreto en la montaña sabía de antemano que al tomar el best seller La vida de Pi , estaba agarrando un hierro caliente. La novela de Yann Martel es difícil de adaptar. No tanto porque la protagonicen un joven y un tigre, sino por la carga filosófica que traslucía el original.

Pi, que se lleva de maravillas con las matemáticas, se encuentra en una encrucijada, literalmente, de vida o muerte, cuando sobrevive al naufragio de un barco en el que viajaba con sus padres y queda a la deriva en un bote salvavidas. No está solo: un tigre de bengala también se salvó y el joven Pi estará 227 días con el felino al lado.

La película -como el libro- es un viaje interior y exterior del protagonista, que deja la adolescencia para convertirse en hombre. Esa sería la mirada más lineal. Lee le agrega otro condimento: la espectacularidad visual, que incluye lluvia de peces, noches estrelladas y más. Rodada en 3D, el artilugio le sirve al realizador nacido en Taiwán para expandir las panorámicas -y disimular el tanque de agua donde la filmó- y a la vez acercar al espectador en el encuentro íntimo que debe tener con Pi.

Algo similar a lo que Scorsese hizo con La invención de Hugo Cabret en el aprovechamiento del 3D, y que también cuenta cómo un personaje desamparado se las debe arreglar por sí solo para salir adelante.

A Una aventura extraordinaria hay que agarrarle el vuelo y dejarse llevar por la poesía. No es difícil entrarle a la película, con la presentación de Pi adulto y los primeros minutos antes del naufragio.

La adaptación de David Magee ( Descubriendo el país de Nunca Jamás ) plantea justamente cómo el relato de una historia legendaria acepta distintas versiones. Es algo que al aproximarse el desenlace se hace más nítido. Las interpretaciones siempre son subjetivas, y en eso Lee se mantiene ecuánime.

Pero lo más sorprendente es que Lee confió el protagonismo de Pi joven a un inexperimentado Suraj Sharma, que lidió todo el tiempo con su contrafigura animal… que en verdad no estaba frente a él, ya que el tigre, llamado Richard Parker, es de animación digital.

Saber eso acrecienta el entusiasmo. Y obviamente Lee se apoyó en su director de fotografía, el chileno Claudio Miranda. Claro, no es como en la época de Tiburón (1975), cuando Spielberg se las veía en figurillas para rodar mar adentro con las nubes que cambiaban el fondo toma a toma. En el universo de la ficción, como en el de la magia, todo es posible.