Un piso para tres

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Un modelo conservador

La "comedia alla italiana", que tuvo obras maestras en los años '50 y '60, pertenece a la gran historia del cine.

Esos actores divos y los directores y guionistas construyeron una manera de ver al mundo –la Italia de la posguerra– donde se mezclaba comicidad y farsa en dosis similares. Ahí, los italianos pudieron reírse de sus propias miserias. Hace tiempo que se intenta volver a ese imaginario social, pero el mundo es muy distinto y el género quedó en manos de un bufón como Roberto Benigni.
Un piso para tres es otro ejemplo más de comedia italiana con momentos felices pero teñidos de una dosis de miserabilismo y sentimentalismo que empalidecen los ocasionales logros. El punto de arranque no es original pero seduce por su concentración de espacio: tres tipos divorciados con hijos tienen que compartir un departamento. Ninguno está pasando su mejor etapa profesional y uno de ellos se atreve en exceso a la pastilla azul para potenciar sus deseos sexuales. Esa situación límite –termina internado– cambia el eje, ya que de allí en más el actor, director y guionista Carlo Verdone profundiza el aspecto sentimental y romántico de la trama, buceando en la posibilidad de la redención familiar y en los consejos didácticos para el trío.
La presencia de una cardióloga (Ramazzotti), que enloquece al trío, también modifica el centro de la cuestión. Lejos quedaron esas comedias donde la mujer era objeto de seducción del macho italiano, desnudo en su patetismo. Aquí, en cambio, el propósito es meramente conservador, de grueso calibre televisivo, donde lo que termina importando es la institución familia, solo eso, nada más que eso.