Un pasado imborrable

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Historia de reconciliación

Un hombre apasionado por los trenes (Colin Firth) lleva una vida tranquila y de perfil bajo, como muchos otros veteranos de guerra. Pero detrás de su personalidad, algo extraña, asoma un pasado terrible como prisionero de guerra durante la Segunda Guerra Mundial. Llega a casarse, pero su esposa (Nicole Kidman) descubre que en su marido habita un trauma que parece imposible de sanar. Los recuerdos surgen y el protagonista parece destinado a la locura, abrumado por las imágenes de las torturas que sufrió estando prisionero. La reconstrucción de época es impecable y las imágenes son bellas y muy cuidadas. Sin embargo, la prolijidad de esta gran producción no alcanza para crear una película de gran interés. Todos cumplen con su tarea, pero ese profesionalismo no necesariamente lleva a una obra de grandeza. Más interesante que profunda o compleja, Un pasado imborrable tiene algunas reminiscencias del clásico británico El puente sobre el río Kwai (1957), hasta el mismísimo puente aparece en una escena. Pero no hay aventuras aquí, solo un drama intenso, con flashbacks de la Segunda Guerra Mundial. La película es grande, pero no hace hincapié en el despliegue de producción en ningún momento. Un pasado imborrable es una historia de reconciliación. Para el protagonista la única manera de construir una vida plena es enfrentarse a ese pasado y perdonar. Sin perdón no hay futuro, sin reconciliación no hay esperanza. La película tiene el extra de estar basada en un hecho real, lo que si bien no aporta méritos artísticos, consigue emocionar en los planos finales de la trama.