Un nuevo despertar

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Lejos de las luces de la fama

Un proyecto de Al Pacino, dirigido por Barry Levinson (Rain Man, Buenos días Vietnam, Dos sinvergüenzas en Cadillac), con guión de Buck Henry (El graduado, la serie El superagente 86) y basado en un libro de Philip Roth (en el original The Humbling; en España, La humillación). Acompañan a Al Pacino la estrella indie Greta Gerwig y unos secundarios de lujo como Charles Grodin, Dan Hedaya, Kyra Sedgwick y Dianne Wiest. De todo esto, sin embargo, sale una película notoriamente fallida, destartalada.

Al Pacino es Simon Axler, actor veterano que decae: malas críticas, depresión e internación en un hospital psiquiátrico. Una mujer en el hospital le propone un asesinato. Cuando sale, hay otra mujer, la hija de dos viejos amigos, también actores, que lo seduce y se muda a su hermosa casa. La seductora es Pegeen (Gerwig), lesbiana y obsesionada con Simon desde años atrás.

Con esos ejes y otros agregados argumentales, Un nuevo despertar (un título mucho más luminoso que esta propuesta emparentada temáticamente con Birdman) avanza a los trompicones, porque se nota constantemente que lo que en la novela puede ser pensamiento, digresión, profundización de tópicos y humor zumbón, aquí se traslada en narrativa dolorosamente arenosa, teatralidad fuera de su arte, símbolos groseros (ese tren de juguete), crasas puestas en imagen de miedos y pesadillas, e insistencia en lo que ya está claro.

Quedan para rescatar el intenso compromiso de Al Pacino con su rol, la capacidad de Gerwig para no caer en exageraciones y algo de absurdidad para el humor. Pero para observar a Al Pacino reflexionando sobre la actuación, Shakespeare y el teatro, ya teníamos su precisa, afilada y ocurrente En busca de Ricardo III de hace casi dos décadas.