Un loco viaje al pasado

Crítica de Mex Faliero - CineramaPlus+

El guión tiene tanta imaginación que el humor surge imparable y frenético.

Es imposible pensar Un loco viaje al pasado sin tener en cuenta el éxito (de público y -llamativamente- de crítica) obtenido el año pasado por ¿Qué pasó ayer? : el film de Steve Pink sigue aquella estructura narrativa, por la cual un grupo de hombres en viaje supera cierta carga de frustración de su presente a la vez que remeda, de esta forma, el estilo de las comedias de la década del ’80. En ese sentido, se haría imposible separarlo de la ida de subproducto. Y si bien Pink no parece tener el talento formal de Todd Phillips (había en The hangover un juego con la elipsis y el flashback que funcionaba para negar su punto de vista machista, que lo tenía), sí tiene un timing cómico y una precisión para encontrar el chiste que empequeñece los logros de aquella comedia que -bajo mi punto de vista- fue bastante sobrevalorada.

Un loco viaje al pasado muestra a Adam y Nick (John Cusack y Craig Robinson), dos amigos que tienen que hacerse cargo de Lou (un Rob Corddry al borde de la exasperación y con ese nivel de desquicio que se le extraña a Jack Black), que viene de un intento de suicidio y necesita “tomar aire”. Son tres adultos frustrados, fracasados en sus intentos sentimentales o laborales. Por eso deciden irse unos días a una cabaña donde 20 años atrás vivieron una gran experiencia, entre sexo, drogas y bastante descontrol, para ver si algo de aquella chispa aflora en sus vidas. Al grupo se suma Jacob (Clark Duke), sobrino de Adam y un joven de estos tiempos: de esos que cuando piensan en “levantarse una mina” no conciben la idea de que sea cara a cara.

Lo que esta comedia hace, y es su acierto fundamental, es que no homenajea a aquellas comedias con cinismo y algo de culpa (como pasaba en ¿Qué pasó ayer? ) sino que se tira de cabeza en un registro que puede incomodar a algunos. Instalados en el hotel, Adam, Nick, Lou y Jacob sufren un desperfecto en el hidromasaje y viajan -de manera literal- a los años 80’s, que los encuentra jóvenes y de nuevo ante la posibilidad de redibujar su destino. Como en aquellas películas, un elemento fantástico totalmente incomprensible los sitúa ante la posibilidad de redimirse: si bien ese ir y venir constante, entre lo que estaba bien antes y está mal ahora, puede generar algo de lastre, el guión de Josh Heald, Sean Anders y John Morris tiene tanta imaginación que el humor surge imparable y frenético.

Efectivamente la clave aquí es la conexión que el film establece con el pasado. No en vano, la participación de Chevy Chase es fundamental: uno de los grandes comediantes de aquella década es el encargado aquí de posibilitar que los personajes retornen al presente. Un loco viaje al pasado funciona, además, como relectura de Volver al futuro, y no sólo por la aparición de Crispin Glover: en ese nexo con una saga icónica de los 80’s el film de Steve Pink presenta sus credenciales. Porque si bien es verdad que el humor de aquellas comedias no era para nada elaborado y, por el contrario, era bastante cuestionable desde un punto de vista ideológico (con su sexismo y su escatología), lo que se hace aquí es aceptarlo como tono pero nunca convertirlo en dogma: hay nostalgia, pero nunca celebración.

En esa distancia casi invisible, pero existente al fin, Un loco viaje al pasado sostiene su éxito como película. Y esto, por cierto, es mérito de tres actores que saben poner la distancia necesaria como para no quedar como meros bufones: hay en Cusack, Robinson y Corddry -sobre todo en este último- una conciencia absoluta de aquello que se está recordando y poder reconvertirlo en algo cercano al arte. El trío parodia lo que ya era poco serio y esto se logra a fuerza de excesos y de un corrimiento de los límites. Si bien el desenlace de Un loco viaje al pasado no está a la altura, se agradecen los varios excelentes pasos de comedia que tiene.