Un hombre serio

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

La comedia de Dios

El preámbulo de Un hombre serio es misterioso y simbólicamente preciso: en un plano general en picado, la cámara desciende sobre un pueblo en el que el yiddish es una lengua franca. Es otro siglo. Un viejo hasid, quizás un sabio aunque también pueda tratarse de un espíritu maligno (un dybbuk), visita la morada de unos campesinos. Si es que no está muerto es posible que pronto conozca el otro mundo, al menos es el deseo de la esposa del dueño de casa. Con esta apertura en tono de comedia se postula un universo cultural: el judaísmo.
El resto transcurre en un barrio judío de Minnesota, en 1967. Larry Gopnik es un físico que espera un puesto en la universidad. Mientras tanto, un estudiante surcoreano lo chantajea, su hijo espera desapasionadamente por el Bar Mitzva, su hija desea retocarse la nariz, su mujer está a punto de irse con un amigo y su hermano, si no es un psicótico, probablemente sea un depravado. No es todo: quizás Larry esté muy enfermo.

¿Es Larry un Job suburbano? Lo cierto es que los tres rabinos que intentarán significar el absurdo y el (sin)sentido del cosmos serán tan ambiguos como la paradoja cuántica de Schrödinger y su gato en una caja, tópico que Larry suele enseñar. Todo puede tener sentido, y sólo Dios lo sabe, aunque nadie sabe lo que Hashem sabe. Este despropósito se sintetiza en un pasaje en el que un odontólogo judío encuentra un mensaje (¡Ayúdame!) en hebrero en los dientes inferiores de un paciente goy.

El sadismo y el desprecio son la marca registrada de los Coen, aunque aquí la misantropía está matizada por una meditación filosófica no exenta de humor que humaniza la fealdad y banalidad. El pop se yuxtapone con la tradición, y es así que las mejores secuencias incluyen una dosis de cannabis: Larry dado vuelta con su vecina, o la ceremonia religiosa en la que el hijo de Larry entonará la Torah en un estado digno de Woodstock. No obstante, el talento de los Coen se puede constatar en tres pasajes oníricos y en el abrupto desenlace: si Dios existe no es precisamente el Dios del amor.