Un gran dinosaurio

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Sin miedo a la vida

El 22 de noviembre de 1995 se estrenaba en Estados Unidos Toy Story, la primera película firmada por Pixar, la compañía que venía a cambiar para siempre la manera de hacer dibujos animados. Después de 20 años llega a las salas su filme número 16, dedicado a los animales extinguidos que más aman los niños: los dinosaurios. Si bien la animación vino precedida por una serie de inconvenientes (cambio de director, de intérpretes de las voces, demora en el estreno, entre otros), el resultado es más que digno.

Pero en esta oportunidad los dinosaurios de extintos no tienen nada, porque si la historia oficial dice que hace 65 millones de años un asteroide impactó sobre la Tierra provocando la desaparición total de esta especie de reptiles gigantescos, Un gran dinosaurio (dirigida por Peter Sohn y acompañada con el corto Sanjay, el súper equipo) viene a proponer una ucronía, es decir una historia alternativa: el asteroide en cuestión pasa de largo y los dinosaurios quedan vivitos y coleando.

La trama se desarrolla millones de años después de que la piedra del espacio exterior pasara rozando el plantea, cuando los Apatosaurus Poppa y Momma presencian el nacimiento de sus tres hijos: Buck, Libby y Arlo. Es Arlo el que más se destaca de los tres hermanos de color verde, pero no por sus virtudes sino por sus defectos: es patoso y súper miedoso. Y es justamente el miedo el que le va a complicar la vida.

La familia vive en una granja al lado de las colinas Colmillos. Tienen que sembrar su propia comida y Poppa construye un silo de piedras para que los animales intrusos no les roben. Es en el silo donde también dejan su marca (estampan la huella de su mano con barro en la pared) como un símbolo de distinción, de superación, esfuerzo y valentía. Pero a la marca hay que ganársela con algún trabajo destacado. Todos logran imprimir su mano en la pared, menos el inútil de Arlo.

El padre lo ayuda, sabe que en el fondo es un dinosaurio como él. Es así que le encarga la tarea de custodiar el silo con una trampa para el intruso, para que cuando éste se asome a robar la comida, Arlo lo mate con un palo y así pueda ganarse el derecho a dejar su marca en el silo. El problema es que cuando el joven dinosaurio descubre al intruso, se da con que es un niño salvaje, muy agresivo y hábil para escaparse.

Un buen día, Arlo se cae en el río que rodea su casa y la corriente lo arrastra hasta un lugar lejano, en el que encuentra al pequeño cavernícola llamado Spot, a quien ve como el culpable de todas sus desgracias y con quien, después de vivir fuertes experiencias extremas, se hace amigo inseparable. Spot pasa a ser la mascota de Arlo.

Más que los otros dinosaurios que los quieren cazar, el gran enemigo al que se tiene que enfrentar Arlo es el miedo, el gran tema del filme. Pero también al mal clima que azota a la región cada dos por tres.

Un gran dinosaurio es una aventura de aprendizaje, una película de iniciación, en la que la música y el preponderante paisaje realista (se filmó en paisajes reales, insertando los dibujos en él) son tan importantes como sus personajes. La sensación de realismo es un efecto que hace todo más vívido, y convierte al filme en una verdadera experiencia sensorial. La nueva película de Pixar es entretenida, sencilla y emotiva, en la que no faltan guiños para los adultos y ese humor entre inocente e inteligente que caracteriza a la marca.