Un día en familia

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

Hogar, irascible hogar

Un día en familia bien podría llamarse “Historia de Yokohama”, en alusión a Historia de Tokio , uno de los tantos dramas familiares magistralmente filmados por el maestro Yasujiro Ozu, referencia evidente en el séptimo filme de Hirokazu Koreeda: la distancia de cámara, los trenes, los conflictos silenciados remiten a él, aunque igual es muy diferente.

Cineasta accesible y diverso, sus filmes pueden versar sobre el limbo ( Afterlife ), el abandono infantil ( Nadie sabe ), samuráis (Hana) o sobre cómo una muñeca inflable se convierte en un ángel mientras observa las miserias de nuestra especie ( Air Doll ). Un día en familia, como su título sugiere, no es otra cosa que un retrato de una institución férrea e invencible, la supuesta célula de cualquier sociedad, aunque la virtud del filme reside en ser específico y universal. Las costumbres y el procesamiento de los sentimientos son ostensiblemente japoneses; las complejidades de los vínculos familiares son reconocibles aquí y en Marruecos.

Tres generaciones de una familia de clase media se reencuentran en Yokohama. El motivo: el decimoquinto aniversario de la trágica muerte de Junpei, el hijo preferido. Su hermano mayor, Ryota, siempre se ha sentido secundario ante sus padres, y su incomodidad se acrecienta, pues este restaurador de arte debe presentar a su nueva esposa, que tiene un hijo de otro matrimonio: “una divorciada es mejor que una viuda, al menos es voluntario”, dirá la madre al saber más de su nuera. La crueldad es una constante, aunque esté revestida de buenos modales. La hermana de Ryota parece tener mejor suerte: sus dos hijos y su marido, vendedor de celulares, se muestran felices, a diferencia de los padres de Ryota.

La trama, que se circunscribe a un día, es suficiente para identificar un modelo y los códigos culturales que estructuran la subjetividad nipona, lo que no impide hallar semejanzas y diferencias. Es que la disfuncionalidad de la institución familiar no es una prerrogativa del cine indie estadounidense y el existencialismo salvaje de Bergman. Excepto que se profese una candidez militante, la familia, como solía decir un cantante popular argentino, es un vía crucis en cooperativa. Koreeda muestra cómo la ternura y la ferocidad atraviesan los vínculos primarios que en gran medida determinan quiénes somos.