Un cuento de verano

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

No es Rohmer, pero...

Aunque el título de estreno local aluda al cine de Rohmer (el original sería algo así como Trucos) y se trate, efectivamente, de una tragicomedia ligera y veraniega, este segundo largometraje de la promesa polaca Andrzej Jakimowski (premiado en Venecia y enviado por su país a la lucha por el Oscar extranjero) no tiene demasiados puntos en común con la filmografía del fallecido gran maestro francés.

Un cuento de verano es, en verdad, una típica historia pueblerina sobre personajes de clase trabajadora; es decir, gente sin grandes hitos en sus vidas en medio de una comunidad bastante sencilla y rutinaria (por momentos, me hizo recordar a ciertos films británicos de Ken Loach o Stephen Frears).

El film está narrado desde el punto de vista de Stefek (Damian Ul), un encantador y algo perdido niño de 6 años y -en menor medida- desde el de Elka (Ewelina Walendziak), su atractiva hermana de 18. La ausencia de un padre que los ha abandonado hace tiempo y la escasa presencia materna, hace que especialmente él sienta una ausencia que lo hace vagar por las calles, seguir a Elka y a su novio mecánico, y obsesionarse con un hombre al que encuentra cada día en la estación ferroviaria y que cree es su papá. Así, mientras su hermana se esfuerza por aprender italiano e ingresar a una compañía de ese origen, Stefek deambula sin rumbo y sin podr conectar con gente de su edad.

Entre trenes, palomas, autos usados y personajes bastante simpáticos, Un cuento de verano se convierte en una experiencia disfrutable, aunque al mismo tiempo -por las propias limitaciones de sus aspiraciones- en un film sin grandes hallazgos. Fábula agridulce sobre los sueños, búsquedas, contradicciones y frustraciones de gente común, encuentra en la fluidez de sus intérpretes no profesionales, en la ternura nunca impostada de su tono, en su apuesta humanista y en su mirada luminosa a sus mejores aliados.