Un cuento chino

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Entre chinos, vacas y ferreteros

Ricardo Darín protagoniza la historia del encuentro entre un veterano de Malvinas y un chino que deambula por Buenos Aires en busca del único familiar que tiene vivo. Dirigida por Sebastián Borensztein y con Muriel Santa Ana.

La tercera película de Sebastián Borensztein, también enrolada en la comedia como su opera prima La suerte está echada, maneja distintos tonos, eficaces y originales por momentos, vetustos y subrayados en otros casos. Puede decirse, entonces, que en Un cuento chino subyacen cuatro películas en una.
A saber: 1) Aquella que se sustenta en los chistes obvios y de efecto inmediato, escritos con piloto automático desde el guión. Por ejemplo, todas las situaciones que se dan entre el ferretero Roberto (Darín) y el chino Jun (Ignacio Huang), que no puede decir una sola palabra en español. El humor, en este punto, es tonto y funcional, también previsible. 2) Aquella que se anima al humor absurdo, sin las características demenciales de Pájaros volando. El comienzo de Un cuento chino gana por lejos y convence de inmediato: una pareja de chinos, felices y contentos en un bote, no presiente que una vaca se le cae encima, provocando la muerte de ella y el desconsuelo de él. Otras situaciones también resultan graciosas: Roberto y Jun yendo a la embajada china para ver qué puede hacerse con el pobre asiático; la conversación entre una familia numerosa de chinos y Roberto, quien cree que puede sacarse de encima a Jun y otras situaciones parecidas que exceden la simple simpatía que despierta la película. 3) Aquella donde la comedia queda de lado y Un cuento chino acumula situaciones insostenibles. Ocurre que Roberto peleó en Malvinas y acaso de eso trate el rictus serio que ostenta durante la película. Pero el guión se pone solemne y pretencioso cuando el personaje le cuenta al chino su historia en la isla, momento en que la película recurre a un flashback explicativo e inútil. En este punto, también en el aspecto endeble con el que está trazada la relación entre Roberto y Mari (Muriel Santana), un amor no correspondido del ferretero. Un cuento chino naufraga, pone su cara más adusta, propone una vacía pretenciosidad. 4) Aquella donde se confirma que Ricardo Darín actor está por encima de cualquier historia y que, por si fuera poco, su caracterización del arisco Roberto disimula los puntos flacos de la película. La composición es perfecta: tacaño, desconfiado, huraño, un tipo que desea que no lo caguen más. Roberto inspira y transmite desconfianza pero, debajo de su máscara más grave, esconde una profunda soledad. Y ahí está el camaleónico Darín para encarnar a ese personaje difícil de olvidar.