Un amor a segunda vista

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Raphäel y Olivia se conocen en el colegio secundario, se enamoran, se casan y crecen profesionalmente; él, mucho más que ella en términos al menos de éxito masivo. Él escribe, ella es pianista. Él se vuelve un patán, y se produce uno de esos cambios espaciotemporales que... ahora él tiene conciencia de haber vivido esa vida juntos, pero ella no, y ahora ella es "la exitosa".

Hasta acá, pocos minutos de relato contados con gran velocidad y grandes torpezas. La gran velocidad se detendrá y las torpezas, las monerías actorales y las situaciones enfáticas e inconducentes profundizarán sus daños, en ese modo que tan bien sabe transitar una zona del "cine comercial francés": con intérpretes que creen solemnemente que están actuando bien y apenas exponen sus limitaciones, con música que sobra antes de empezar a sonar, con situaciones que en la serie más industrial serían tildadas de obvias y perezosas. Y, sobre todo, con una impericia y una arbitrariedad narrativas alarmantes, máxime cuando se intenta conectar por citas directas a Hechizo del tiempo , de Harold Ramis, esa película tocada por la gracia.

Aquí la gracia pasa de largo, y este intento de fábula moral y de comedia romántica y de amistad (el amigo de él, pasado de edad y de gestos) busca otras conexiones, por ejemplo con Eterno resplandor de una mente sin recuerdos . Y esa papilla "sensible" de destrucción cinematográfica de Michel Gondry, en comparación, sale ganando.