Tres

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

El azar, el otro gran motor del amor

El argumento central de Tres se basa un triángulo amoroso. Una pareja sin hijos, estancada en varios aspectos. Y un tercero. Pero lo que importa, lo que prevalece, no es su argumento sino que el director es el alemán Tom Tykwer, uno de los nombres clave del cine contemporáneo. Y clave no quiere decir necesariamente bueno: Michael Bay, el de Transformers , también es un nombre clave. Pero Tykwer es, además, un director de notable osadía. Tykwer tiene una idea sobre el cine. En realidad tiene muchas ideas: sus películas están cargadas de variantes y de segmentos desquiciados, vitales y veloces. Tykwer hizo, entre otras, Corre, Lola, corre , Agente internacional , Cielo , y varios segmentos de la actualmente en cartel Cloud Atlas . Tykwer filma en diversos idiomas, diversos géneros, e incluso al interior de cada película su mano se manifiesta estilísticamente con enorme variedad de recursos.

Tres es un gran ejemplo del cine de Tykwer: a esta pareja que pertenece a los círculos culturales de Berlín no sólo le pasan (o no le pasan) cosas en su relación. Además tienen problemas de salud, se les muere algún familiar, experimentan algunos altibajos laborales. Pero Tykwer es dinámico, entre los dolores hay sonrisas, placeres, comidas, sexo, hasta festejos futboleros. Y es dinámico también en la combinación de travellings (gran ilustración inicial de un relato en off con cables), en la pantalla dividida, en los diálogos y monólogos, en los momentos de fantasía o de sueño (sí, a veces genera algunas notas falsas ahí, pero son defectos de exceso, de generosidad cinematográfica). Y es explícito y hasta llega al peligro de shock en una intervención quirúrgica, o de cursilería en una ecografía. Tres late por todos lados, es una película viva, casi temerosa de quedarse quieta. Tykwer pone música, pone "Space Oddity" de Bowie más de una vez, y en el cierre la combina con toda una definición visual de "la" mirada. Un plano final de múltiples interpretaciones, entre ellas una que suele ser una constante en Tykwer: podemos ser solitarios o estar solos, pero las conexiones están ahí cerca. Para muchos grandes cineastas, el azar es parte fundamental del relato. Y esa confianza en el movimiento y el encuentro a pesar de las ínfimas chances es lo que aleja a Tykwer de todo riesgo de arbitrariedad: en la constante seducción rítmica y estilística de Tykwer las cosas más increíbles hasta parecen lógicas. Lo abundante encauzado hacia la energía tiene otro ejemplo en la construcción del tercero en cuestión: Adam no sólo seduce y enamora a hombres y mujeres, es además un profesional brillante, hace deportes, se lleva bien con todos, canta y hasta navega. No se le debería pedir a Tykwer realismo, su cine es más grande que la vida, tal vez por eso cite en imagen y en música a Milagro en Milán, de Vittorio De Sica, es decir, el neorrealismo de la magia, incluso el del exceso.

Tykwer se enamora de sus personajes, incluso en sus frustraciones o mezquindades. Tykwer se enamora de las posibilidades de seducir del cine, aun cuando se exceda o incluso cuando no esté del todo claro si hay algún componente sarcástico o de autoparodia inconsciente en momentos como el del ángel alado. Tykwer se enamora también de Berlín, y en su combinación de escenarios asombrosos -las piletas sobre el río, los viejos edificios, los flamantes edificios, la antena de Berlín Este y un largo etcétera- hace descansar esta película de extraordinarios atractivos. En realidad, no hace descansar: el cine de Tykwer no descansa. Tres es una película que late fuerte en una ciudad de historia increíble y pensada para el movimiento.