Tras la pantalla

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

La vida y el cine

Un descarnado y querible retrato sobre Pascual Condito, figura mítica de la distribución, que es también algo así como un recorrido no oficial por la historia reciente del sector en la Argentina.

Quienes conocemos desde hace más de 20 años a Pascual Condito sabemos de los aspectos tragicómicos de su personalidad, de los avatares de sus negocios (del esplendor de El sabor de la cereza a la falta de salas para muchos de sus lanzamientos), de su zigzagueante trabajo que incluyó desde películas de Manuel García Ferré hasta Lisandro Alonso, pasando por Abbas Kiarostami, Danny Boyle o Leonardo Favio.

Cinéfilo con permanente nostalgia de los clásicos italianos, obsesivo de los cameos (aparece en casi un centenar de películas), distribuidor de una buena parte de la producción argentina de las últimas décadas, Condito es un personaje tan entrañable y querible como por momentos insoportable: gracioso y simpático de a ratos; quejoso y malhumorado en muchos otros. Todo eso está presente en la poco más de una hora de este retrato concebido por Marcos Martínez, codirector de Estrellas y realizador de Sordo.

Pero hay más: Martínez filmó a Condito hace unos siete años, en la que fuera su oficina de la calle Riobamba (un mítico lugar que había sido sede de laboratorios, otras distribuidoras y hasta microcine donde se calificaban las películas y se exhibían los film prohibidos por la censura), mientras recibía a referentes del cine argentino: periodistas de las revistas El Amante y Haciendo Cine, la dupla Morelli-Berruti, directores independientes como Juan Villegas, Raúl Perrone y Lisandro Alonso, otro más tradicional como Marcelo Piñeyro, el coleccionista y programador Fernando Martín Peña, exhibidores, productores, guionistas y un largo etcétera.

En los diálogos -en su mayoría francos y desacartonados- con sus ocasionales visitantes ya se vislumbran allá por 2008 los principales aspectos de la crisis que afecta hoy a la distribución de cine de arte extranjero y de películas nacionales independientes.

En Tras la pantalla está el costado más épico de Condito, pero también el más patético (se lo ve desnudándose para dormir en el sofá de la oficina), aunque el eje emotivo del film pasa por la mudanza de su distribuidora Primer Plano y la posterior demolición del lugar para la construcción de un edificio. Todo un símbolo, una metáfora y una alegoría de un hombre, de una empresa, de un barrio (en esa zona se aglutinaban casi todas las compañías del sector y hoy poco queda de aquel esplendor), e incluso de una forma de pensar, sentir y comercializar el cine.