Transformers 3: El lado oscuro de la luna

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Michael Bay y el metal más pesado

La batalla entre robots abre el juego a un enorme despliegue de producción que, sin embargo, descuida la coherencia y la solidez narrativa. Reservada a amantes de la tecnología sin pretensiones de originalidad.Una vez más, la serie de películas basadas en los famosos juguetes vuelve a las salas de cine, y esta vez lo hace, además, en 3D.El director de Transformers 3 es Michael Bay, realizador de las dos primeras entregas de esta taquillera franquicia, y director también de films tan exitosos como Armaggedon, La roca, Día de la Independencia. Su cine es un cine gigantesco, ruidoso y espectacular. También es un cine mal narrado, ideológicamente ramplón y artísticamente nulo. La frase mucho ruido y pocas nueces parece haber sido creada para su obra. Se dirá que su cine es popular y recauda fortunas, y que eso es lo único que importa. Pero no es así, directores como James Cameron, Steven Spielberg y Tim Burton también son taquilleros y a la vez buenos cineastas. Es justamente un cine como el de Michael Bay y Transformers 3 el que desprestigia al cine masivo y de gran entretenimiento.El punto de partida de estos films sin duda es prometedor, esta batalla entre robots que se desarrolla en la Tierra es la llave no sólo para un despliegue de producción gigante, sino también para tratar diferentes temas interesantes. Nada de esto parece interesarle a Michael Bay, a quien la ética, los temas, la profundidad de los personajes y la historia no son más que un adorno para justificar planos de muy mal gusto, de poca coherencia y de una notoria incapacidad narrativa. Transformers 3 tiene su mayor –y tal vez único– interés en la deslumbrante capacidad tecnológica de crear imágenes virtuales que se ven como reales. A pesar de que la forma de construir escenas es confusa y poco inspirada, la película no nos hace dudar ni por un instante de que las imágenes que vemos son auténticas. Los efectos especiales han alcanzado una perfección asombrosa. Lo que pasa es que cuando Bay tiene que hacer escenas sin efectos especiales, sólo con actores, es simplemente bochornoso cómo las construye. Sólo el talento natural de actores como John Malkovich, Frances McDormand y John Turturro sobrevive a semejantes catástrofes de puesta en escena. Pero ni el protagonista Shia LaBeouf, ni su ridícula compañera Rosie Huntington-Whiteley consiguen salir airosos de diálogos malos filmados sin gracia ni estilo. Para los amantes de la tecnología, la película es sin duda una experiencia un poco aburrida pero llena de asombro. Para los que quieran ver un entretenimiento que parezca hecho por humanos y no por máquinas, esta no es su película