Tournée

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Celebración del arte

El cine francés llega cada vez con menor frecuencia a la cartelera comercial argentina y Tournée no es del tipo de películas de ese origen que, aún hoy, se siguen lanzando en el mercado local. Por eso pero sobre todo porque es un film con atributos notables su llegada (tardía y tan sólo a un puñado de salas) resulta una noticia para festejar.

Quienes esperen de este cuarto largometraje como director y aquí también coprotagonista de ese notable actor que es Mathieu Amalric una obra austera, medida y redonda deberán estar advertidos: Tournée es precisamente todo lo opuesto a eso. Estamos ante un largometraje desaforado, provocativo, por momentos incluso bastante caótico, pero lleno de energía, de escenas extraordinarias, construido con un espíritu lúdico y celebratorio del proceso creativo y de la mística y camaradería dentro de una troupe artística.

El propio Amalric interpreta a un ex productor de televisión que abandona todo para acompañar a unas strippers norteamericanas bastante veteranas, excéntricas y excedidas de peso durante una gira que él mismo va organizando en distintas ciudades (en su mayoría portuarias) de toda Francia.

Este hombre divorciado, padre (bastante incapaz) de dos hijos y dueño de una vida desordenada intentará sin demasiada fortuna utilizar sus viejos contactos en el show-business para sostener este espectáculo denominado Cabaret New Burlesque (los números erótico-musicales coreografiados e interpretados por estas "chicas" orgullosas de exhibir sus cuerpos imperfectos son bastante creativos, vistosos y divertidos).

Más allá de algunos desniveles (tiene secuencias llenas de ingenio, sensibilidad y audacia, y otras que se quedan en el mero regodeo visual o caen en un esnobismo un poco banal), es de agradecer que el Amalric director apueste por un cine vivo y visceral en el que conviven la literatura de Céline, reminiscencias de All That Jazz, el cine de Pedro Almodóvar, la estética de Federico Fellini, el espíritu de John Cassavetes, cierto delirio a-lo-John Waters y una fuerte influencia del tono tragicómico de su amigo y mentor Arnaud Desplechin ( Reyes y Reina, El primer día del resto de nuestras vidas ).

Amalric concibe a Tournée como una oda melancólica sobre este tipo de shows entre voyeuristas, circenses y no exentos de sátira política ya en vías de extinción, pero no se queda en la queja nostálgica porque exalta a sus voluptuosas divas (la antítesis del modelo de vedettes construidas a fuerza de quirófano que ha impuesto la cultura televisiva) hasta hacerlas profundamente entrañables y queribles sin por eso caer en la condescendencia ni en la auto indulgencia.

Con un trabajo interpretativo excepcional (sobre y fuera del escenario) en el que hay un gran espacio para la improvisación pero al mismo tiempo una clara conciencia de cómo desarrollarlo dentro del espacio y el tiempo cinematográficos, Amalric se consagra también como realizador (ganó el premio al mejor director en el Festival de Cannes). Un talento que, por suerte, se sigue expandiendo delante y detrás de cámara.