Top Gun 2: Maverick

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Ustedes probablemente eran muy jóvenes (o incluso algunos ni siquiera habían nacido) cuando se estrenó Top Gun: Reto a la gloria. El film de Tony Scott tuvo en su momento críticas muy poco entusiastas, pero las aventuras del joven piloto Maverick se transformaron en un inmenso éxito de crítica y con el tiempo en un inoxidable ícono popular.

Pasaron más de 35 años y Cruise -convertido en una de las últimas figuras que llevan el estrellato de forma clásica, con garbo, dignidad, sin caprichos ni los desaires del divismo- vuelve al personaje de Pete 'Maverick' Mitchell con John Kosinski (con quien ya trabara en Oblivion: El tiempo del olvido) en la dirección.

Tom Cruise será ahora un galán maduro, con más arrugas y más musculatura, pero esta secuela old-fashioned que inevitablemente invita a la nostalgia y melancolía luce mucho más eficaz y armónica que la oelícula de 36 años atrás.

La primera secuencia -notable- encuentra al capitán Maverick (después de tantos años siguen sin ascenderlo) desobedeciendo una y otra vez las órdenes de Beau 'Cyclone' Simpson (Jon Hamm) y del contralmirante Cain (Ed Harris) para -entre otras cosas- conseguir que el prototipo de un avión rompa todos los récords de velocidad. Lo cierto es que al rebelde pero aún vigente Maverick lo mandan del desierto de Mojava a un campo de entrentamiento e instrucción en San Diego.

Y, así, tras montar su Kawasaki, irá a su nuevo destino, donde tendrá no solo que formar un equipo para una misión poco menos que suicida sino también lidiar con las nuevas generaciones, saldar algunas cuentas pendientes con el joven Bradley 'Rooster' Bradshaw (Miles Teller) y reencontrarse con la Penny Benjamin de Jennifer Connelly, dueña del bar del lugar. Todo servido, entonces, para enfrentamientos generacionales y subtramas románticas que Kosinski filma con destreza y Cruise resuelve con la simpleza y confiabilidad de siempre.

¿Que en Top Gun: Maverick hay mucho de fórmula(s)? Sí, es un cine de impronta ochentista con look y despliegue propio de estas épocas. Es un espectáculo sin grandes audacias concebido con sensibilidad y nobleza (las apariciones del degradado Val Kilmer son hermosas) por gente que sabe y ama lo que hace. No es poco en estos tiempos en que la mayoría de los tanques están sumergidos en intrincados y absurdos metaversos. Keep it basic.