Tomorrowland

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

No se puede negar la intención del realizador Brad Bird y el guionista Damon Lindelof de crear para “Tomorrowland” (USA, 2015) un universo visualmente atractivo y que se convirtiera en la sólida base para la historia que quieren contar. Pero en ocasiones, sólo con un concepto visual no alcanza para mantener durante 2 horas la atención en la pantalla. Esto es lo que pasa con “Tomorrowland” un filme que deambula entre la ambición y el sueño de sus protagonistas, pero a quienes termina censurado y expulsando rápidamente.
La historia de la película gira en torno a dos personajes: Frank (George Clooney) y Casey (la ascendente Britt Robertson), dos soñadores que tuvieron la oportunidad de acercarse a Tomorrowland, una tierra en la que el empeño de todos sus habitantes está en crear un mundo mejor, en el que la tecnología ayude a superar barreras e ideologías y homogenice las intenciones egocéntricas, eliminando aquellas trabas que van en contra del bien común. Pero cuando ambos, en cada momento y período de su vida, son convocados para participar del proyecto comandado por el “Gobernador Nix” (Hugh Laurie) y entienden la verdadera magnitud e intenciones del mismo, se bajarán, o los bajarán y deberán luchar para salir ilesos de esa pesadilla en la que primero quisieron estar.
Hay robots y animatronics que ayudaran al Gobernador a mantener el status quo, y también a que todo siga su curso en secreto y sin que trascienda más allá de las personas involucradas. Hay una bajada política, como ya es clásica en todas las películas de Disney, en las que a aquellos que piensan diferente les comienza a ir mal. Pero principalmente hay una necesidad imperiosa durante toda la película por tratar de explicar las cosas que culmina en una larga moraleja y final feliz que termina por tirar todo el proyecto a la borda.
“Tomorrowland” es una película correcta, con buenas actuaciones (ojo, no Clooney, que viene repitiendo hace 20 películas el mismo papel, podría dejar de robar), y un afán por entretener que termina superando la lógica interna de la narración y produce todo lo contrario. La habilidad de Lindelof en sus intervenciones anteriores en películas y series de TV, en las que la distopía y la épica apocalíptica le proporcionaban el material ideal para desarrollar guiones con ambiciosas producciones de aventura y ciencia ficción, acá terminan generando tedio y aburrimiento.
Al unir sus esfuerzos con Bird, claramente el resultado final iba a ser esperado con ansiedad, pero lamentablemente para sus seguidores, en esta oportunidad la prueba no fue superada. “Tomorrowland” explica todo el tiempo todo, y desaprovecha cada oportunidad que se le presenta para seguir jugando con el material que presenta. Si a un joven Frank (el personaje de Clooney), con su iniciativa y empuje de niño se lo deja que termine creando un dispositivo para volar, luego se le coarta su accionar cuando este mismo mecanismo se presenta al ingresar Casey a Tomorrowland y decirle al espectador: pasó tiempo y acá esto se mejoró.
La nostalgia se supera con rapidez. Disney tamiza la cinta, y a todo creador que se presenta en la película se lo termina coartando y expulsando de su mundo ideal, tan parecido al castillo de la productora, para así imposibilitar que haya más “soñadores” que el propio Walt. Todos los demás no tienen lugar en la historia ni en “Tomorrowland”.