Tom y Jerry

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

CRIATURAS SALVAJES Y AMANSADAS

Tom y Jerry son dos de los personajes animados más entrañables de todos los tiempos, creados allá por los años 40’s por William Hanna y Joseph Barbera, y con muchas idas y vueltas en su producción a lo largo de varias décadas. La estética de este cartoon tuvo bastantes cambios, relacionados preferentemente con el estilo de los animadores: hay quienes ponen por encima de todos a los creados por el notable Chuck Jones allá por los 60’s. De todos modos, Tom y Jerry es un cartoon que en sus diversas experiencias (y hablamos siempre de su formato corto) explotó acertadamente el concepto del humor slapstick, llevando la confrontación entre el gato y el ratón a un grado de violencia inusitada. Hablamos de esa violencia caricaturesca, hiperbólica, salvaje y sumamente divertida de los dibujos animados; esa que hoy está prohibida por la mala influencia hacia los niños. Hoy ese universo está de vuelta a medias en un fallido film dirigido por Tim Story.

El cine ha intentado siempre reproducir la estética del cartoon clásico con resultados dispares. Piezas pensadas para una resolución corta, la extensión del largometraje no parece el mejor territorio para explorar este tipo de historias que dependen muchísimo del efecto logrado entre espacio y tiempo. Todo esto, sin nombrar el talento de los animadores, que fueron los verdaderos inventores de todo un mundo fascinante que ha dejado una herencia feliz y saludable, la cual se puede rastrear incluso en producciones que no recurren a la animación. Ahora bien, Warner, que ha sido una de las factorías fundamentales de aquella animación clásica, ha logrado en el presente construir un universo de cine animado sólido y actual en materia de lenguaje, especialmente con las películas que provienen del universo de los LEGO, verdaderas fiestas pop plagadas de niveles de textura e interpretación. En ese sentido resultan decepcionantes los resultados de esta Tom y Jerry, una película que también intenta actualizar a los clásicos personajes, pero sin darles vuelo o acertar con la autoconsciencia de un tipo de humor que hoy se encuentra vedado por buena parte de la cultura de la cancelación: con la pelea híper-violenta reducida a su mínima expresión, verdadero fuerte de estas criaturas salvajes, la gracia queda resumida a alguno pocos buenos chistes y al carisma del ratón y del gato que es, sí, inoxidable.

A Tom y Jerry los han hecho hablar, también han mostrado sus orígenes, sus infancias, y las experiencias fueron un desastre. Ahora es el turno de ponerlos a interactuar en el mundo real, con actores y actrices de carne y hueso. La experiencia, lejos de ser un desastre, tampoco alcanza para recuperar el espíritu subversivo de aquellos cortometrajes. Kayla (Chloë Grace Moretz) ingresa a trabajar, haciendo trampa, en un importante hotel justo el fin de semana en el que el lugar va a ser sede de un importante evento social, el casamiento de una pareja de la farándula. Momento, además, en el que Jerry y Tom andan vagando por la ciudad y terminan renovando su histórico conflicto por esas instalaciones. La película hace algo interesante, además de mantener la mudez de los dos protagonistas, que es poner a los personajes a rodar sin mediar explicaciones: no se nos indica quiénes son, ni por qué pelean, son un ratón y un gato con historia y lo que el público quiere ver es cómo se enfrentan hasta los límites de lo imprevisible. El problema principal de la película es la animación, personajes digitales pero pensados en dos dimensiones, carentes de una superficie que haga creíble su interacción con el entorno. Y más allá de eso, de un apartado técnico que no termina de funcionar, hay una reflexión acerca de un mundo que ya parece incompatible con el presente (ese de la violencia gráfica de los dibujos animados de antes) y que podría ser suficiente justificativo para traer de nuevo a los personajes. Lo cierto es que la crítica resulta tibia o cae en saco roto cuando hacia el final apela a los buenos sentimientos de estos dos enemigos antológicos, amansándolos demasiados.

Tom y Jerry utiliza todos los recursos cómicos de los dibujos clásicos, algunas veces con pereza y otras tantas con imaginación. Y ese es tal vez un inconveniente al que el cine no parece encontrarle la vuelta: recuperar estos personajes creando algo novedoso y sin tener que caer en chistes que ya fueron homenajeados y agotados (eso que Matt Groening logró con Tomy y Dally, por ejemplo). En el marco de una medianía que tampoco ofende, lo mejor que tiene la película es el gerente del hotel interpretado por Rob Delaney, ese sí un verdadero invento que tiene el espíritu lunático de la mejor animación.