Tito, el navegante

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Un retrato humano de un excéntrico e innovador artista

El documental se ha nutrido desde siempre de personajes exóticos, entrañables, talentosos, contestatarios, delirantes y marginales. Tito Ingenieri, el protagonista de este trabajo de Alcides Chiesa y Carlos Eduardo Martínez, tiene un poco de todo eso.

Tito, mezcla de artista bohemio y sobreviviente del hippismo, resulta un antihéroe perfecto, un loco "lindo" (aunque sus experiencias en el neuropsiquiátrico Borda durante la última dictadura militar no fueron precisamente agradables) que vive en una zona no demasiado favorecida de Quilmes en una extraña (y bella) casa construida por él mismo con? botellas. El resultado es un ámbito con vitreaux improvisados (hay vidrios multicolores) que refractan la luz y le otorgan al lugar climas muy sugestivos.

Además, Ingenieri es un experto soldador que ha aplicado ese conocimiento del oficio para concebir inmensas, audaces e impactantes esculturas metálicas.

Chiesa y Martínez construyen un relato sólido y sencillo, que combina testimonios de Tito y de sus amigos con imágenes de su cotidianeidad y su particular proceso artístico. Hay algunos intentos por romper con esos esquemas básicos (como la inclusión de algunos pasajes animados), pero queda claro que aquí el interés por el personaje está muy por encima de las búsquedas estéticas o narrativas de los directores.

El desenlace, quizás algo complaciente (el "perdedor" que finalmente encuentra el amor y el reconocimiento hacia su obra), no erosiona los logros de un retrato humano lleno de matices (pendula entre el humor negro y elementos trágicos) y de hallazgos.