Tiro de gracia

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

El ojo espía por la cámara

Rodado con casi 20 cámaras GoPro, el film de Nicolás Lidijover reconstruye un asalto con toma de rehenes en una farmacia y gana al poner a los personajes en situaciones límite.

Tiro de gracia empieza por el final o casi, dentro de una farmacia multirubro donde se observan personas tiradas en el piso, y entre otras, a alguien apuntando con un arma a un joven sangrando mientras el resto llora y grita. Pero quien observa la situación es una cámara de seguridad, una de las casi 20 GoPro que se utilizaron para el rodaje. De allí en más, el rompecabezas queda en manos de las cámaras, ubicadas dentro o fuera del local, narrando hacia atrás y adelante en el tiempo para comprender un asalto con toma de rehenes. Esta especie de Tarde de perros en versión "ojo que nadie escapa a una cámara de seguridad", construye la historia a través de personajes estereotipados de la clase media argentina: el encargado del lugar, la chica que escucha música en los auriculares para evadirse del mundo, el tachero medio facho, el abogado sin ética, la mujer embarazada (lugar común como pocos), la señora de buen corazón que ayudará a los heridos. En medio de ellos, el pibe chorro que necesita leche para su hijo y no tiene la plata suficiente para la compra. Nicolás Lidijover, a través de las múltiples cámaras, describe las motivaciones del joven ladrón y de su ilegal entorno, en tanto, expresa por medio de pequeños retazos las particulares personalidades de los rehenes. En este punto, Tiro de gracia manipula con pocas luces las emociones del espectador, llevando la trama a un punto muerto donde el maniqueísmo y las situaciones estereotipadas ganan la partida. En ese mundo asfixiante y a punto de estallar (como sucederá en el final en medio de un río de sangre), donde la tensión gana puntos cuando el delincuente habla con el jefe de policía (Arturo Bonín) o al momento en que cree salvar su vida gracias a la ayuda de la mujer embarazada, la película resulta válida como recorte de un contexto determinado, donde nada es lo que parece ser, mucho menos si las máscaras políticamente correctas de los personajes son arrastradas a una situación límite, peligrosa y al borde de la muerte.