Tierra de zombies

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

A reir que se acaba el mundo

Tras el éxito de Muertos de risa (Shaun of the Dead), de Edgar Wright, llega otra muy simpática mixtura entre la comedia negra y el terror gore sobre la guerra contra los zombies con una estética apocalíptica que remite de forma inevitable a la saga de Exterminio, al cine de George A. Romero y a los primeros films de Peter Jackson.

Esta opera prima de Ruben Fleischer, de todas formas, se permite jugar con casi todos los géneros: es también una road-movie, una película de iniciación amorosa juvenil a-la-Judd Apatow, un western, un film pop que utiliza unos subtítulos gigantes como metalenguaje, guiño cómplice y apuesta humorística, y una reivindicación de la cinefilia videoclubística de los años '80 con un homenaje a Los cazafantasmas y un impagable cameo del genial Bill Murray. Cabe decir, entonces, que en los menos de 90 minutos del film (que incluye un desenlace a todo trapo en un parque de diversiones) casi todas las búsquedas llegan a buen puerto, aun con sus esperables desniveles y excesos.

Uno de los grandes aciertos de Tierra de zombies (además del ingenioso guión original, claro) es la elección de los dos (opuestos) antihéroes del relato: por un lado, Woody Harrelson (que completa un desaforado uno-dos luego de un personaje casi tan loco como éste en 2012) en el papel de un desquiciado cowboy caza-zombies; y, por el otro, Jesse "Adventureland" Eisenberg, que se consolida como uno de los actores más interesantes de su generación como un joven solitario, cobarde, virgen, fóbico y con la autoestima por el piso, pero... decididamente querible y de buen corazón.

Esta pareja-despareja deberá vérsela con dos chicas de armas tomar (y engaños provocar) integrada por la bella Emma Stone (Supercool, La casa de las conejitas) y Abigail Breslin (la revelación de Pequeña Miss Sunshine), y -por supuesto- con decenas, cientos de muertos-vivos desesperados por carne humana.

La película se ríe con ironía de las convenciones del cine familiar y de la corrección política, mientras prioriza la empatía hacia los personajes por sobre el (funcional) despliegue visual de CGI y efectos gore. En definitiva, una pequeño gran entretenimiento para aquellos que gustan de la comedia más horrorífica y del terror más gracioso.