Tiempo muerto

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Primero campeones, luego el silencio

El campeonato mundial de básquet obtenido en 1950 merecía una película. La historia, lamentablemente, excedió el marco deportivo, ya que aquellos jugadores fueron prohibidos y censurados por la Revolución Libertadora con el visto bueno de la Asociación de Básquet (o baloncesto) de aquel entonces.

Tiempo muerto investiga la historia valiéndose de los testimonios de los sobrevivientes, entremezclando material de archivo (fotos fijas, portadas de diarios, el noticiero Sucesos Argentinos) e intentando explicar los hechos o, en todo caso, pretendiendo encontrar las razones por las que aquellos campeones quedaron en el olvido. El documental, en ese sentido, reúne convenciones del género, aferrándose a trazar un puente entre el grupo de 1950 y el seleccionado de los últimos años, con Ginóbili (quien aparece en el film charlando con los “viejos”) como líder. Los recuerdos del Club Palermo, el debate entre amateurismo y profesionalismo, la final con los Estados Unidos y la incidencia del primer peronismo en el deporte son algunos de los temas que se desarrollan en el documental. Sin demasiadas novedades desde sus elecciones estéticas, Tiempo muerto transmite cierta dosis de emoción en los relatos de Ricardo González, la voz principal del grupo, y en las idas y vueltas de ese seleccionado silenciado durante casi 60 años. En este punto, la película se decide por responsabilizar al sector dirigencial, eludiendo la fusión política-cine a la que tanto adscribían Perón y Evita, pero también, insinuando que los militares golpistas del ’55 no fueron los únicos culpables del hecho. Allí, en esas aseveraciones, el trabajo de los hermanos Tokman se convierte en un mero informe periodístico de denuncia sobre la eterna y coyuntural responsabilidad de los dirigentes deportivos. Por suerte, el himno del Club Palermo, entonado por los protagonistas, actuará como desenlace de aquella epopeya deportiva.