The disaster artist: Obra maestra

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

En 2003 Tommy Wiseau rodó The Room, la mejor peor película del mundo, fracaso absoluto en su momento y luego un formidable éxito en trasnoches dedicadas al cine de culto a partir de su humor involuntario. Casi 15 años después, los hermanos Franco dan vida a los protagonistas de esa épica (James también produjo y dirigió) con resultados irresistibles: una comedia absurda, pero con corazón.

Parece que finalmente habrá que rendirse ante James Franco, hasta no hace mucho un director pretencioso con sus irritantes transposiciones de novelas de Cormac McCarthy y William Faulkner y un actor sumamente desparejo. Tras filmar dos episodios brillantes de The Deuce, serie del gran David Simon en la que además regaló dos papeles muy convincentes, consiguió con The Disaster Artist: Obra maestra una película no solo muy disfrutable y lúdica sino también entrañable. Porque en esta reconstrucción de la historia detrás de la génesis, el rodaje y el lanzamiento de The Room, para muchos la peor película de la historia con varios cuerpos de ventaja sobre las de Ed Wood, no solo hay sátira, absurdo, negrura y apuesta al ridículo sino también mucho amor y corazón.

Las comparaciones con, precisamente, Ed Wood, la biopic de Tim Burton, resultarán inevitables, pero The Disaster Artist está más concentrada en el lapso (1998-2003) en el que el aspirante a actor Greg Sestero (Dave Franco, hermano de James en la vida real) conoce al excéntrico millonario Tommy Wiseau (James Franco) y juntos terminarán rodando The Room, un costoso film (se dice que su creador pagó 6 millones de dólares de su bolsillo) que en 2003 fue un fracaso absoluto, pero que con el tiempo (y más aún tras el lanzamiento de The Disaster Artist) se convirtió en objeto de culto y un éxito en las típicas funciones de medianoche. Una auténtica “comedia involuntaria”.

Franco interpreta a Wiseau como un tipo narcisista, torpe, elemental, con pocas luces artísticas (o ninguna), pero perseverante, entusiasta, decidido a llevar su empresa adelante, cueste lo que cueste. Bastante desconectado del mundo real, una de las claves del film es apreciar de cuánto es consciente y con qué obstáculos se encontrará cuando se choque con la cruel realidad.

La película -sorpresiva ganadora de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián- está todo el tiempo al borde del patetismo, de la mirada cínica y canchera, pero Franco afortunadamente no cede a la tentación de mirar desde arriba, con superioridad, a su criatura y le otorga una nobleza que nos hace llorar cuando otros sí se terminan burlan de él. Con buenos gags, muchos guiños del cine dentro del cine, actuaciones muy divertidas (incluso los múltiples cameos como los de Bryan Cranston o Judd Apatow, mentor de James Franco) y una mirada despiadada a los celos, egos y vanidades de Hollywood, The Disaster Artist termina siendo casi la mejor película posible sobre la peor película de todos los tiempos.

PD: No se vayan durante los títulos finales (Franco recrea de manera idéntica varias escenas del film original), pero esperen a que los créditos finalicen, ya que allí hay una segunda sorpresa que no conviene adelantar, pero que es por demás simpática.