Testimonio de una vocación: Edmund Valladares

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Muy discreto trabajo para referirse a Edmund Valladares

Artista polifacético, Edmund Valladares ha incursionado -siempre con un fuerte compromiso con la realidad social y las causas populares- no sólo como pintor expresionista (figura fundamental de la generación de la Nueva Figuración) sino también como escultor, escritor, cineasta de ficción y de documentales, investigador y docente universitario.

Semejante dimensión artística -no exenta de audacia política y estética-, que ha sido construida gracias a una carrera que ya lleva más de medio siglo, merecía un retrato bastante más profundo y arriesgado que el que ofrecen los 63 minutos de este apenas discreto trabajo de Jorge Valencia, Eduardo López y Jaime Lozano.

La narración no tiene demasiados hallazgos (los efectos y animaciones son de los más elementales) y los materiales de archivo (algunos, incluso, de calidad bastante deficiente) resultan más bien escasos y pobres teniendo en cuenta la categoría de un artista que ha transitado muy diversas épocas, actividades y zonas del mundo. Para colmo, los realizadores apelan a una voz en off que -especialmente en el caso de Juan Leyrado, leyendo de forma cansina los textos- resulta tan didáctica como abrumadora y tediosa.

Lo mejor, por lo tanto, son los testimonios a cámara del propio Valladares, generoso para con la producción en cuanto a ricas anécdotas (sobre todo respecto de su "maldita" carrera cinematográfica, que incluye elogiados títulos como Nosotros, los monos e I love You? Torito y hasta films inéditos como El sol en botellitas y Las siervas ), pero que no alcanzan a rescatar al documental del naufragio.

Así, al final de este trabajo más cercano al lenguaje televisivo, el espectador no tendrá una idea cabal -sino apenas superficial- del proceso creativo ni de la importancia y la influencia de la obra de tamaño artista, que se ocupó de temas y de personajes tan disímiles como el boxeo, el tango, la explotación de la mujer, Kafka o Cortázar. El cine y, sobre todo, la figura de Valladares, merecían bastante más.