Testigo íntimo

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

Lo dramático obturado por el mensaje

Al igual que en La segunda muerte, Santiago Fernández Calvete, vuelve en Testigo íntimo a pensar y ensamblar el thriller en función de discursos sociales, culturales e institucionales. Si antes había abordado la religión y lo ritualista, ahora lo familiar y la pareja son puestos en duda y condicionan el destino de los protagonistas. En ambos films, la ambición demostrada es sustancial y la confluencia entre lo cultural y lo genérico no termina de estar a la altura de los objetivos.

En verdad, en Testigo íntimo lo que termina pesando más, a partir de su mejor configuración, es la vertiente dramática, ese enfrentamiento que se va formando cuando lo femenino hace crujir los vínculos de sangre masculinos: ahí tenemos a Facundo (Felipe Colombo), un joven abogado en ascenso pero cuya carrera está condicionada por su jefa (Graciela Alfano), que también es su suegra, quien está cometiendo adulterio justo con la pareja de su hermano Rafa (Leonardo Saggese). Una noche ella aparece muerta, justo con los hermanos confluyendo en el mismo lugar. Es en las tensiones previas y en las que se van dando entre los hermanos cuando deben decidir qué hacer frente a la situación, que la película gana en espesor, porque incluso se permite problematizar la forma en que se entabla un discurso masculino -o más bien machista- que concibe a la mujer como una propiedad en disputa.

Lamentablemente, todo ese foco narrativo debe luchar contra personajes secundarios -como el interpretado por Alfano- que son apenas una excusa y una estructura de suspenso que juega con el dilema -el típico whodunit- que presenta unos cuantos baches y arbitrariedades. Pero lo peor es toda una bajada de línea obvia y redundante sobre la privacidad y las nuevas tecnologías de comunicación que es más digna de una publicidad de maestro siruela que del ámbito cinematográfico.

Testigo íntimo es una película que peca de falta de síntesis, que a pesar de lograr algunos climas interesantes termina desbordada por sus propias ambiciones. Fernández Calvete repite riesgos -y eso siempre es bueno- pero no termina de superar los obstáculos que su propia mirada cinematográfica se plantea.