Terror en el estudio 666

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Justo, pero justo en la semana en la que los Foo Fighters subirán al escenario principal del Lollapalooza en el Hipódromo de San Isidro se estrena aquí Terror en el estudio 666, la película que combina -o, después de verla, conviene decir que mezcla- comedia y horror, con asesinatos y muertes espeluznantes.

Sobre una idea e historia escrita por Dave Grohl, el líder y cantante de la banda, los Foo Fighters se interpretan a sí mismos, como hacían los Beatles en los años ’60, pero con una diferencia: aquí no hay fanáticos que los persigan, sino que ellos son perseguidos por entidades diabólicas.

O algo así.

En la ficción, los Foo Fighters están por grabar su décimo álbum, y quieren hacer algo distinto, que los diferencie de las otras bandas y que sea a la vez atípico. Y vaya que lo será.

Pero mejor habría que empezar por el comienzo, cuando una terrible matanza ocurre en una mansión o casa en Encino, por supuesto convenientemente alejada de casi todo. Era, también, una banda de rock que estaba grabando, pero alguien enloqueció y todos terminaron muertos y sin terminar el disco.

Esto es en el pasado, por el año 1993, y en el presente, ¿a qué no saben a dónde irán a instalar su estudio de grabación los músicos?

Marihuana y carne casi cruda
Como dijimos, el lugar está lejos de casi todo, pero no tanto: hay una vecina que los reconoce y les hace unos pastelitos con marihuana. No queda claro si porque los reconoce les da la droga, o sencillamente les convida los dulces. No importa.

Al llegar al lugar, Grohl se siente como impregnado, conectado del ambiente, y junto al bajista Nate Mendel, los guitarristas Pat Smear y Chris Shiflett, el baterista Taylor Hawkins y el tecladista Rami Jaffee se ponen a componer y tocar.

Pero hay fuerzas endemoniadamente negativas que afectan al líder de la banda en esa casa aparentemente embrujada.

Hay indicios de que algo no está del todo bien cuando Grohl comienza a comer la carne decididamente cruda.

La película, además de estar dirigida a los fans de los músicos, tiene como principal destinatario a los espectadores que aman el cine gore en el que las muertes sean lo suficientemente exageradas como para provocar más risas que estupor y/o sorpresa.

El director BJ McDonnell tiene en su haber la película slasher Hatchet III, y videos para la banda de metal Slayer. No es que haya contado con mucho presupuesto -las acciones transcurren prácticamente todas en el interior y el exterior de la casa- y algunos efectos dan más para la risa que para pegarse un susto.

Y, para que vayan preavisados, el mismísimo John Carpenter hace un cameo como un ingeniero de sonido, y hasta coescribió uno de los temas musicales de la banda de sonido.