Terror en Chernobyl

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

Un poco de turismo extremo

Mientras seguimos esperando la retrasadísima Area 51, el segundo opus oficial como director de Oren Peli y un proyecto que parece atrapado en un limbo producto de la disconformidad del estudio y la “necesidad” de refilmar escenas, hoy llega como consuelo la eficiente Terror en Chernobyl (Chernobyl Diaries, 2012), una realización que -como era de esperar- repite la fórmula de la archiconocida Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007) pero en exteriores. Así tenemos sustos minimalistas basados únicamente en la ambientación claustrofóbica, la fotografía y los giros que va presentando la narración.

Con semejante título no hay mucho que decir en cuanto al planteo inicial, sin dudas uno de los típicos catalizadores del género: un grupo de turistas norteamericanos está recorriendo Europa y durante la etapa ucraniana del viaje no tienen mejor idea que aceptar una propuesta de “turismo extremo” que consiste en ingresar ilegalmente a la ciudad fantasma de Prypiat, en la actualidad abandonada luego del desastre nuclear de 1986. Alertados de que no deben permanecer mucho tiempo en el lugar si no quieren sufrir los efectos del envenenamiento por radiación, los muchachos descubrirán que no están solos como creían.

La película es respetuosa para con la tragedia y se destaca en el apartado formal no sólo por la inteligente utilización de las locaciones y por ser una de las pocas obras de “horror a cielo abierto”, sino también por su enfoque irónico hacia lo que sería el formato “obligatorio” -según los parámetros de nuestros días- para una experiencia de esta clase: si bien el film comienza como un clásico “falso documental” con jóvenes haciendo monerías mientras uno de ellos lo registra todo, el relato de inmediato corta a tercera persona aunque paradójicamente manteniendo un trabajo de cámaras similar al propio del mockumentary.

Peli conservó el rol de productor y guionista y cedió la silla del director al debutante Bradley Parker, una movida que continúa por el camino del sarcasmo porque el señor es un especialista en efectos especiales: de hecho, el convite toma prestados elementos varios de Las Colinas Tienen Ojos (The Hills Have Eyes, 1977) pero sin la intervención del gore, el erotismo o la violencia. La economía técnica/ conceptual es la norma en una película en donde el peligro llega de tres frentes, léase una jauría de lobos hambrientos, la exposición a la radiación y esa infaltable camada de mutantes que gustan de raptar a los forasteros…