Terror a 47 metros: El segundo ataque

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

El segundo ataque de Johannes Roberts y sus tiburones no logra convencer a pesar de un gran despliegue técnico y una muy buena puesta en escena.

La relación entre el cine y los tiburones podría denominarse cómo mucho más que estrecha. A partir del boom que produjo la hoy clásica Tiburón (1975) hasta Megalodón (2018), por alguna extraña razón que se le es ajeno a casi todo el mundo, las películas que tienen como principal amenaza a estos animales acuáticos suelen ser un atractivo masivo para el público de todas las latitudes del mundo. De más está decir que la calidad de éstas películas, salvo JAWS de Spielberg, no son del todo convincentes. Cómo los ejemplos más claros pueden mencionarse las múltiples secuelas de Sharknado (2013-2018) y aquellas de bajo presupuesto que inundan la programación de los últimos canales de la grilla del cable. Pero en 2017 Johannes Roberts, autor entre otras cosas de Los Extraños: Casería Nocturna, ideó una cinta llamada Terror a 47 Metros (47 Meters Down), en donde se combinaban elementos de terror y home invasion en la que dos turistas quedaban “sepultadas” a 47 metros bajo el nivel del mar y ambas se encontraban rodeadas de tiburones hambrientos. A pesar de que la crítica no tuvo una valoración demasiado positiva, la audiencia le brindo el apoyo suficiente cómo para que aquella película logre tener una segunda parte.

Esta secuela denominada Terror a 47 metros: El Segundo Ataque (47 Meters Down: Uncaged, 2019), vuelve a estar escrita y dirigida por Johannes Roberts y Ernest Riera y cuenta una historia totalmente diferente a la original en donde no se repiten protagonistas ni trama, pero si se mantiene la esencia. En esta oportunidad, las protagonistas serán Nicole (Sistine Stallone), Jennifer (Nia Long), Sasha (Corinne Foxx) y Mia (Sophie Nélisse), cuatro jóvenes compañeras de secundaria que terminan por accidente en las ruinas de una antigua ciudad perdida, apenas debajo de las tierras mexicanas que usualmente transitan. Pero en ésta excursión sin programar, las chicas se verán atrapadas en ésta ciudad que hará las veces de laberinto submarino con un agregado extra, la presencia de una antigua raza de tiburones que les presentará una amenaza a la que nunca se habían enfrentado.

A pesar de querer evolucionar en cuanto a la escritura de guion y al desarrollo de una trama e historia, esta secuela queda muy lejos de su predecesora y pareciera olvidar por completo aquellos elementos de suspenso que supieron hacerla fuerte. Para empezar la seriedad que requiere un filme de éstas características nunca se ve alcanzada debido a la incontable cantidad de diálogos irrisorios e inverosímiles que llevan a cabo las protagonistas. Ya cuando desde el discurso de los protagonistas es poco creíble la película pierde todo el poder para lograr asemejarse en algo con los espectadores. Al mismo tiempo, el desarrollo de la trama termina siendo más extenso de lo que el propio poder de la historia requiere. Durando apenas 89 minutos, la película termina quedando extensa y por momentos aburre y teniendo en cuenta que la premisa original es la de tener un tiburón como principal amenaza (no debe haber peor miedo terrenal) que la trama se vuelva densa y poco atractiva es un gran fracaso. Pero la película también tiene aspectos positivos, por lo menos algunos. La mayor parte de los aciertos del film tienen que ver con la parte técnica y el desarrollo de la ambientación y la puesta en escena. Los movimientos de cámara son los encargados de generar la poca tensión que se termina generando y junto con la gran fotografía que presenta la cinta, terminan redondeando una gran labor.

Las actuaciones de todas las actrices cumplen en sus respectivos roles pero no hay ninguna que pueda llevar la película a un mejor puerto. Ni siquiera las ganas de Sistine Stallone, hija del mismísimo Sylvester, logran contagiar su entusiasmo al espectador debido mayoritariamente a la poca veracidad de los diálogos y a las acciones que su personaje toma. Estas características se encuentran en cada uno de los personajes presentados y no se puede crear ningún tipo de vínculo.

Terror a 47 Metros: El segundo Ataque, termina siendo una película más sobre una temática en donde el mercado ofrece posibilidades infinitamente mejores. Pésimo desarrollo de personajes y una trama sin vuelo narrativo alguno terminan concretando una película que dista mucho de su predecesora y de cualquier otro material que tenga como protagonista a un tiburón.