Terror a 47 metros: El segundo ataque

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Submarinismo con tiburones

La carrera del director y guionista británico Johannes Roberts es de lo más curiosa, parece sacada de otra época mucho más imprevisible que la nuestra en lo que al ámbito cultural se refiere: a posteriori de una generosa andanada de productos muy deficitarios de terror que abarcaron toda la década pasada y la primera mitad de la que estamos atravesando, el señor la pegó a nivel artístico y comercial con A 47 Metros (47 Meters Down, 2017), otra clase B aunque con un presupuesto más digno que le permitió redondear un film entretenido y de sopetón conseguir el encargo de dirigir Los Extraños: Cacería Nocturna (The Strangers: Prey at Night, 2018), correcto corolario del hit indie Los Extraños (The Strangers, 2008), de Bryan Bertino. Como la lógica comercial siempre impera en estos casos, hoy tenemos ante nosotros la secuela de aquella película en la que un par de mujeres quedaban atrapadas en una jaula subacuática con poca carga en sus tubos de oxígeno y rodeadas de tiburones.

Lamentablemente Terror a 47 Metros: El Segundo Ataque (47 Meters Down: Uncaged, 2019) no llega al nivel de calidad de la anterior y nos coloca en la paradoja de tener que alabarla por intentar hacer algo “nuevo” -si la pensamos a partir de lo hecho en el pasado inmediato- y al mismo tiempo señalar que sinceramente le sale bastante mal: en vez de volcar el asunto hacia la comarca del thriller claustrofóbico con vistas a subrayar los instantes de suspenso como ocurría con el opus del 2017, aquí Roberts tira todo hacia el terror símil slasher pero desde la perspectiva conservadora e infantiloide del mainstream de nuestros días, léase sin sexo ni desnudos ni verdadero gore a borbotones, apuntando a pasteurizar los clichés de siempre de antaño en pos de un desarrollo que va de menor a mayor acumulando tensión hasta que finalmente todo explota en una andanada de detalles exagerados durante el desenlace, sin dudas lo mejor por lejos del convite en su conjunto.

La premisa fundamental de la película es muy sencilla: un par de hermanastras de un matrimonio compuesto, las adolescentes Mia (Sophie Nélisse) y Sasha (Corinne Foxx), se escapan de una salida craneada por sus respectivos progenitores y tienen la desafortunada idea de reemplazarla haciendo submarinismo en una ciudad maya sumergida en México que por supuesto está saturada de tiburones, todo con la compañía adicional de un par de amigas, Alexa (Brianne Tju) y Nicole (Sistine Rose Stallone), y la repentina aparición del padre arqueólogo de las chicas, Grant (John Corbett). El nulo desarrollo de personajes se basa en recursos remanidos como que Mia sufre bullying por parte de una compañera llamada Catherine (Brec Bassinger), una bruja malvada y muy linda, y es ninguneada por su hermanastra Sasha, quien se ubica en un rango intermedio entre las chicas populares y las que pasan desapercibidas en la escuela, optando por casi no prestarle atención a Mia.

Combinando el relato de aventuras, las propuestas de monstruos y las epopeyas de encierro en cuevas como la muchísimo mejor El Descenso (The Descent, 2005), Roberts cae en los problemas de siempre del entorno subacuático (muy pocas veces sabemos a ciencia cierta cuál de los personajes está delante de la cámara por el equipo de buceo, algo que aquí llega al extremo ya que casi toda la progresión dramática es bajo el agua) y hasta por momentos el planteo en general recuerda a exponentes del found footage en la tradición de Fenómeno Paranormal (Grave Encounters, 2011) y Así en la Tierra como en el Infierno (As Above, So Below, 2014), obras también superiores a la presente (el abuso de la oscuridad permanente en estas catacumbas milenarias entorpece la narración y termina hastiando luego de un rato). El director y guionista aún se las arregla para entregar un puñado de sobresaltos eficaces, CGIs no invasivos en materia de los escualos y ese final bien inflado al que nos referíamos antes, sin embargo los puntos a favor no alcanzan para levantar en serio al film y la faena queda en buenas intenciones y no mucho más, desperdiciando la oportunidad de crear una carnicería que requería encarar el asunto más a lo bestia y con fogosidad trash…