Ted

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Tan irreverente como creativa

Es Seth MacFarlane de esos artistas que dividen aguas, que generan legiones de incondicionales seguidores, pero al mismo tiempo no pocos detractores. A sus fans, no habrá que explicarles quién es el creador de shows televisivos como The Cleveland Show, American Dad o Family Guy (Padre de familia), pero quienes no lo conocen deberán saber que sus propuestas animadas se ubican entre lo más provocativo y políticamente incorrecto del panorama actual.

Con semejantes antecedentes, este referente insoslayable de la cultura pop contemporánea incursionó por primera vez en el cine con Ted, película que combina actores reales con un pequeño personaje construido con la técnica de captura de movimiento: se trata del osito del título -con voz y "gestos" a cargo del propio MacFarlane-, que se transformó en una de las revelaciones del año. Tal es así que el film ya se convirtió en la comedia para adultos más exitosa de todos los tiempos en el mercado norteamericano.

El film arranca como una suerte de cuento navideño con solemne voz en off a cargo de Patrick Stewart. Vemos a John Bennett, un niño de ocho años segregado (y hasta maltratado) por sus compañeros de escuela. En el seno de su familia disfuncional, recibe de regalo para las fiestas al muñeco Ted y, milagro mediante, su deseo de que se vuelva su amigo "real" e "inseparable" se convierte en realidad.

En ese falso documental (brillante la secuencia de la participación de Ted en el talk show de Johnny Carson), apreciaremos también el oso pasa de fugaz celebridad mediática a un antihéroe con todas las letras: borracho, drogadicto, mujeriego, haragán... Lo único que no cambia (27 años más tarde) es su lealtad a John (Mark Wahlberg).

La película tiene en su comienzo algo de la reciente Los Muppets y poco después remite a Toy Story a la hora de elaborar la relación entre Ted y John, aunque también maneja elementos y situaciones típicas de la nueva comedia americana sobre personajes adultos con dificultad para dejar de ser eternos adolescentes y comprometerse afectivamente (su novia, la hermosa Mila Kunis, lo conmina a separarse del muñeco y apostar a la pareja) y por momentos está más cerca del delirio y del descontrol de la saga de ¿Qué pasó ayer?

Los críticos de MacFarlane hablan de un solo chiste (el osito que cobra vida) explotado durante toda la película. No es cierto: ése es el punto de partida, la plataforma de lanzamiento para una película que quizás exagera en las referencias nostálgicas (como la de Flash Gordon) o en las burlas algo obvias a las estrellas juveniles del momento, pero que funciona casi siempre muy bien como buddy-movie, como exponente del humor físico (brillante la escena de lucha entre los dos protagonistas) o incluso como comedia romántica. Hasta los habituales cameos (como el de Norah Jones) son ingeniosos.

Estamos lejos de un film revolucionario. Ni siquiera es ciento por ciento eficaz, pero entretiene y divierte con un espíritu irreverente y creativo, que genera por momentos un mar de carcajadas en la platea. ¿Se puede pedir más en el adocenado y previsible panorama del Hollywood actual.