Ted 2

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

En Ted 2 la novedad del osito transgresor ya pasó y la película se deja ganar por la corrección política.

Hace 30 años un niño llamado John Bennett pidió un deseo: que su osito Teddy cobre vida. Sí, ya conocen la historia: el deseo del niño se cumplió y nació Ted, el oso de peluche más fumón del cine. Los dos crecieron y se hicieron amigos inseparables consumiendo frente al televisor toda la cultura pop de la época.

Esta vez su creador, Seth MacFarlane (Padre de familia), lo vuelve a hacer real pero entrega una segunda parte más suave, de bajo voltaje cannábico, lo que hace que no pegue tanto como su antecesora (la primera fue demasiado copada por la novedad, por lo bien trabajados que estaban los chistes, por sus efectivas referencias a la década de 1980 y sus básicos pero agradables homenajes al amplio universo nerd).

Ted 2 arranca con el casamiento de Ted (voz de Seth MacFarlane) y Tami-Lynn (Jessica Barth). Pero los problemas matrimoniales llegan sin hacerse esperar (es muy gracioso cuando discuten como marido y mujer estereotipados) y una de las compañeras de trabajo de Ted (son cajeros en un supermercado) le recomienda tener un hijo para mejorar la situación.

Es así que el amigo John (Mark Wahlberg) decide donar su esperma para la inseminación artificial. Pero hay un inconveniente: Tami no es fértil debido a su ajetreado historial de drogas y excesos. Deciden adoptar y es ahí cuando surge el problema: Ted deberá demostrar ante un tribunal de justicia que es una persona. Y con el problema surge la pregunta que atraviesa el filme: ¿Ted es una persona o una propiedad? En la tarea por conseguir un abogado entra en escena Samantha (Amanda Seyfried), la profesional novata que los ayudará en el juicio y con quien compartirán risas y llantos entre aromáticas volutas de humo.

No faltan el gag chalón (el homenaje a El club de los cinco en la biblioteca y la escena Jurassic Park son un viaje), los habituales chistes escatológicos (el sello de la casa) y los juegos de palabras (se recomienda verla en su idioma original subtitulada). Tampoco faltan los cameos de actores famosos y el lucimiento de Giovanni Ribisi, quien vuelve en el papel del “enfermito” Donny, el perverso malvado y fanático de la cantante Tiffany.

Para MacFarlane, Ted es algo así como la representación de la minoría oprimida, y con esto no hace más que atentar contra su propia comedia, ya que cae en una corrección política inobjetable (incorrección sería si Ted estuviera en contra de la marihuana, si fuera un facho).

Hay un momento revelador: Ted y Tami están en la cama y el oso dice, mientras fuma cannabis, que ellos serían buenos padres. Esto no hace más que dejar en evidencia lo que MacFarlane cree que es ejemplar, porque al gag lo usa como diciendo que no serían para nada unos buenos padres. Así queda al descubierto el verdadero punto de vista de la película.