Tata Cedrón, el regreso de Juancito Caminador

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Un recorrido por la vida del músico que lo tiene a él como guía

Hay una escena de este documental que define su objeto de observación, el músico Juan Tata Cedrón, y a sí mismo, en un solo movimiento. La cámara del director Fernando Pérez está siguiendo a Cedrón por las calles de La Boca mientras el músico recuerda, en detalle asombroso y fascinante, sus tiempos allí. El deambular los deposita en un almacén donde el músico insiste en charlar con los parroquianos, que lo miran con desconfianza cuando pide permiso para filmar unas imágenes para la película "de cuando yo vivía por acá". La conversación deriva en discusión cuando la Argentina de fantasía que Cedrón construyó en sus treinta años de exilio europeo se choca con la realidad de la xenofobia de los que se quedaron en el barrio. Allí está entonces desplegado el gran personaje que es el músico, que relata sus experiencias con la justa medida de nostalgia, alegría y una locuacidad que atrapa. Del mismo modo que lo hacen los pasajes musicales conseguidos por el director, intensos en sí mismos, además de un acierto de la edición que los intercala con las partes más emotivas del relato sin desestimar su fuerza, sino simplemente redirigiéndola hacia la música. Después de todo, éste es un film sobre un gran artista que es también un hombre que tuvo que dejar la Argentina por su militancia política durante la dictadura militar y que siempre supo que regresaría. "Pienso todos los días en volver. Seguro vamos a volver", dice un joven Cedrón en uno de los pasajes de archivo más valiosos conseguidos por el realizador. De hecho, es tanto el material con el que cuenta Pérez que a veces los pasajes más ricos -el violista Miguel Praino y su melancolía- aparecen apenas como notas al pie en el transitar de un personaje, el Tata Cedrón, inigualable.