Tár

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Tár es una película ambiciosa que juega con inteligencia sus planteos ambiguos. Empieza mostrando que su realizador sabe lo que necesita hacernos entender y se lanza a una inusual escena casi en tiempo real donde la protagonista, Lydia Tár (Cate Blanchett), una brillante compositora y directora de una de las orquestas más importantes del mundo, es entrevistada frente a una gran audiencia. En esa escena hay varios elementos importantes, pero lo primero que hay que rescatar es la forma en la cual nos convence, aún sin saber de música clásica, que la persona entrevistada es considerada una personalidad extraordinaria en ese mundo. Mérito del director, del guión y de la actriz. La película juega con la pedantería de ella y lo hace con una escena que también es algo pretenciosa. La diferencia entre Tár y otros films de este estilo es que su costado pretencioso es también práctico y está justificado. Tár desplegará muchas cartas sobre la mesa, algunas más interesantes que otras, pero siempre apostando a más.

La última película que estrenó Todd Field fue Secretos íntimos (Little Children, 2006) y este esperado regreso sólo vio la luz verde cuando Cate Blanchett se subió al proyecto. La película es de Field, pero Blanchett es una pieza clave, tiene un poco más de valor que el promedio de los actores con respecto a los títulos que protagonizan. La película más ambiciosa del director es también una de las actuaciones más intensas y comprometidas de la actriz. Ambos son los autores de este largometraje premiado en todo el mundo. No nos importa todo lo que aprendió Blanchett para ese rol, no es nuestro problema, lo que sí se puede ver es que funciona en su papel.

Tár tiene muchos temas pero hay dos en particular que resultan muy actuales en el mundo en general pero en el del arte y el espectáculo en particular: el abuso de poder y la cultura de la cancelación. Ninguna de las dos cosas está bien, pero se suelen oponer entre sí, generando dilemas que la sociedad no tiene muy claro cómo resolver. La escena más importante es aquella donde ambas cosas se asoman a la vez. No por nada Todd Field pone lo mejor que tiene como realizador para filmarla. Durante una clase un alumno le dice a Lydia Tár que debido a que él es negro y de sexualidad fluida, no le interesa J. S. Bach por considerarlo un hombre blanco heterosexual y misógino. La respuesta de ella es intensa, apasionada, algo humillante para él alumno, pero sus argumentos son absolutamente correctos. Su forma de tratar a los alumnos es inaceptable y a ella, en su enojo, se le escapa un registro de la situación. Pero la ignorancia absoluta del alumno también es imposible de aceptar. A pesar de que Lydia Tár tiene motivos más graves que la comprometen, será este momento donde sus argumentos sean los correctos aquellos que terminen convirtiéndose en su condena. La película juega muy bien esa ambigüedad.

Lydia Tár, una mujer lesbiana empoderada que vive en pareja y tiene una niña adoptiva completamente adorable, tiene varios conflictos por la manera de vincularse con la gente que tiene bajo su poder. Sus conductas abusivas tienen matices que las vuelven más complejas debido a sus argumentos sobre el arte, pero aun así su ética es dudosa. Su competitividad extrema es feroz y no tiene límites, pero su lucha por la excelencia es genuina. Hoy ser un genio no alcanza para ser respetado. Ese tema también aparece y lo brillante de la película es que no sea su personaje central un hombre heterosexual, porque la balanza de la corrección política se hubiera inclinado hacia un lado debido al contexto en el cual vivimos. Lydia Tár defenderá a capa y espada a Bach frente a la imbecilidad galopante de su alumno, pero eso no le dará permiso para hacer lo que quiera.

Los elogios que recibió la película por parte de Martin Scorsese le han dado un gran empujón publicitario y lo cierto es que se lo merece. No es difícil ver en Lydia Tár a uno de esos personajes afines al mundo del director de Toro salvaje, una película con la que sin problemas podríamos trazar paralelos aquí. El orden y la veneración inicial se van convirtiendo con el paso de las escenas en una espiral descendente hacia el desastre. La película intenta, al menos eso parece, mantener una mirada no neutral, pero sí objetiva de los eventos. Lo mismo que le puede pasar al espectador al darle la razón a Lydia pero a la vez condenar sus actos. La película desliza que muchos que han estado en el lugar de ella han salido impunes en el pasado.

Otro elemento muy logrado es la duda acerca de si ella es un personaje real o de ficción. Field y Blanchett promocionaron la película jugando con esa duda, aunque se trata completamente de ficción. La película no es para nada realista, pero usa trucos para verse completamente auténtica. Field pasa de momentos sobrios a otros grandilocuentes, utiliza, desde luego, la música como un elemento clave y se sirve de una actriz dejando todo para su papel. Sin ser una obra maestra, Tár tiene un trabajo minucioso que da buenos resultados y un deseo genuino de hacer una gran película. Todo eso funciona y hace la diferencia.