Tabú

Crítica de Diego Batlle - La Nación

En su tercer largometraje, el director portugués Miguel Gomes construye una película que resulta un homenaje condensado a casi todos los géneros clásicos, pero que al mismo tiempo trasciende las referencias cinéfilas para "dialogar" también con la literatura, la música y la historia. Estamos ante un film de múltiples capas, derivaciones, implicancias y niveles de lectura, un verdadero "ovni" que se permite viajar al pasado en busca de las gemas del período mudo (empezando por su homónimo de Murnau, claro), pero que reniega de lo museístico para transformarse en algo definitivamente fluido y moderno.

Entre el drama romántico y la comedia musical (con temas que van desde viejos éxitos pop cantados en castellano hasta covers de The Ronettes, pasando por canciones de los Ramones), entre el film de aventuras a-la- Mogambo o Hatari y el cine político sobre el colonialismo portugués en Africa, el director de La cara que mereces y Aquel querido mes de agosto va armando en blanco y negro y en pantalla casi cuadrada (4:3) una película que en verdad son dos (o tres) con un mismo personaje (Aurora) primero como una anciana en la Lisboa actual (un prólogo con reminiscencias almodovarianas) y luego con su historia juvenil de amor, de locura y de muerte ambientada cinco décadas antes en una casona rural ubicada en la ladera del Monte Tabú, en Mozambique.

No pocos críticos han comparado a Tabú con Historias extraordinarias , del argentino Mariano Llinás, y más allá de los mayores o menores parecidos que puedan encontrárseles lo cierto es que ambos films comparten un amor por la literatura y el cine de aventuras a partir de un uso casi permanente de la narración en off y una búsqueda de situaciones imprevisibles, sorprendentes, absurdas (pero sin caer jamás en lo paródico), que aquí incluyen desde ridículas bandas musicales hasta cocodrilos. Y la otra referencia inevitable para muchos espectadores será la de la oscarizada El artista , aunque los estilos de sus directores no pueden ser más distintos.

Fábula nostálgica plagada de elementos fantásticos (fantasmagóricos) y climas surrealistas (extraordinario el aporte visual del director de fotografía Rui Pocas), Tabú nos lleva de regreso a un mundo perdido, a un cine clásico que para muchos murió y a una época (la de las colonias europeas) que para la mayoría ya ha sido sepultada, pero que en verdad sigue marcando a la sociedad actual. Lejos del homenaje aburrido o pretencioso, Gomes demuestra que todavía se puede seguir jugando sin prejuicios con el arte y nos regala una película lúdica, esplendorosa y vital..