Steve Jobs

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Una síntesis del capitalismo salvaje

Dos años después de ese fracaso artístico y comercial que fue Jobs, llega otra biopic sobre el fundador de Apple y una de las figuras más influyentes del universo tecnológico desde los años 80 hasta su muerte, en 2011.

Mucho más audaz, provocativa y valiosa que su predecesora, Steve Jobs surgió de la asociación entre tres talentosos artistas: el realizador inglés Danny Boyle (Tumba al ras de la tierra, Trainspotting, Exterminio, Sunshine, Slumdog Millionaire, 127 horas), el guionista Aaron Sorkin (Red Social, The Newsroom, The West Wing) y el camaleónico actor alemán Michael Fassbender, muy bien acompañado aquí por Kate Winslet, como su directora de marketing (y consejera) Joanna Hoffman; por Seth Rogen, como su socio Steve Wozniak; por Michael Stuhlbarg, como su especialista técnico Andy Hertzfeld, y por Jeff Daniels, como el CEO John Sculley, con quien mantuvo una relación de amor-odio (fue quien lo echó de su propia compañía en 1985).

Así como en Red social mostró la contracara menos agradable de Mark Zuckerberg, creador de Facebbook, aquí Sorkin expone algunas de las facetas más oscuras de la personalidad de Jobs: tiránico, despiadado, hipercompetitivo, egocéntrico, frío, manipulador y hasta con decisiones bastante cuestionables hacia su ex pareja Chrisann Brennan (Katherine Waterston) y una hija, Lisa, a la que se negó a reconocer y a ayudar durante demasiado tiempo.

Boyle -quien reemplazó a último momento a David Fincher- decidió concentrar la historia en el backstage y la previa de las presentaciones públicas de las novedades tecnológicas, pero evitó mostrar esos discursos públicos, así como la etapa final más madura y exitosa de su vida. El eje de la película son tres largas secuencias rodadas en diferentes formatos de pantalla y soportes ambientadas en 1984 (16 mm), en 1988 (35 mm) y en 1998 (digital) que se sustentan en los punzantes y filosos diálogos de ese mago de los guiones que es Sorkin, y en la ductilidad de Fassbender y los intérpretes secundarios.

Así, este Steve Jobs de tres cabezas (Boyle-Sorkin-Fasssbender) resulta, claro, un genio y figura, un hombre divertido y seductor, pero también un monstruo despótico incapaz de cuidar a sus seres queridos y colaboradores. Una síntesis y una metáfora perfecta del capitalismo más salvaje e inhumano.