Step Up 4: La revolución

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

Rebolu(ción)

Burlarse de este tipo de películas es algo qua ya se hizo miles de veces. Así que no se dejen llevar por el título de esta reseña, ya que fue un chiste arjonesco (por Arjona), oportunista e inevitable relacionado con el subtítulo de Step Up 4. ¿Cuarta? Y sí, los bailes están de moda en concursos televisivos: ojo que no vi las otras tres, pero intuyo que mucho no debe importar. Lo básico es: chico conoce chica, todos bailan como poseídos por el demonio y los conflictos de los personajes se superan en la pista de baile. Lo curioso de los conflictos de Step Up 4: la revolución es que se centran en un grupo de bailarines “guerrilla” que impacta en las calles de Miami y se termina enfrentando a un hombre de negocios que quiere tirar abajo el barrio obrero y construir algo más residencial y empresarial. Claro está, nada acabará mal, se terminará dando una inverosímil comunión cultural-empresaria y todos felices. ¿Conté el final? Claro, como si en este tipo de propuestas importara el final. Lo que importa es el baile, y hay que reconocer que el director Scott Speer la tiene clara en ese sentido.
Es decir, Step up 4: la revolución es como esas películas de acción con diálogos malísimos pero con buenas escenas de tiros y explosiones y persecuciones (una de Martin Campbell, ponele), aunque aquí reemplazamos eso con baile y coreografías. Y cuando eso ocurre, cuando los personajes bailan, el film levanta vuelo, más si sumamos una muy buena utilización de escenarios de Miami y disfrutables coreografías. El grupo que protagoniza la película es una especie de pandilla danzarina apodada The Mob, que irrumpe sorpresivamente en lugares impensados (la calle, museos, restaurantes, etcétera) con el fin de generar cierta conmoción pública. De hecho, el número que abre la película, puesto en escena como si de un robo a un banco se tratara, sorprende gratamente al espectador de la misma manera que ocurre con los “espectadores” dentro del film. Y que conste, no sé ni me gusta bailar, pero Step up 4 tiene cierto vértigo y energía que se transmiten por ósmosis.
Otro detalle del film, que lo convierte en digno referente de su tiempo (de ahí cómo impacta esta saga en un público adolescente), es la recurrencia a movidas culturales del presente: si usted no sabe lo que es el freestyle o una flashmob o viralizar un video a través de Youtube posiblemente quede un poco afuera o recurra a Wikipedia para ponerse al tanto. Claro está que Step up 4: la revolución se muerde la cola y es víctima de sus propias decisiones estéticas: dentro de dos años ya será vieja. Pero ¿en todo caso no es ese el impacto de las flashmob, algo inmediato y enérgico? Consciente o inconscientemente, Speer acierta en eso del espíritu que se traduce a la obra.
Por supuesto que la débil trama pesa, los actores son simpáticos y amigables pero no transmiten una sola emoción cuando se quedan quietos, y todo esto contrarresta los aciertos del film. Mucho peor, cuando el eje central (el grupo de baile) se une con la subtrama (empresario malo), y las coreografías pretenden convertirse en una pancarta política: allí aparece lo peor de la película. ¿Recuerdan las películas de Porcel y Olmedo en las que aparecía un cantante y se hacían planos cortos de personajes que bailaban o hacían gestos supuestamente chistosos? ¿Y que los que bailaban o hacían gestos solían ser los que hasta hace cinco minutos eran los malos? Bueno, esto pasa en Step up 4: la revolución. Revolución que se termina con los jóvenes revoltosos vendiendo su arte a una empresa de ropa deportiva universal, que seguro manda a confeccionar sus prendas en talleres clandestinos de China. De revolucionarios a rebolú en un pestañeo. Al final de la película debería aparecer un letrero que diga: “chicos, no hagan esto en sus casas”. No, nos referimos a bailar en las calles, sino a eso de venderse al mejor postor. Step up 4 era mejor cuando los chicos y las chicas bailaban y cerraban la boca.