Stand Up Villero

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

LA COMEDIA, ESE OTRO BARRIO MARGINAL

El título Stand-up villero, a primera vista, no ayuda. Parecería ir en el sentido de la corrección política, de indicarnos, con amabilidad, que los villeros o los pobres o los desclazados o los marginados también pueden hacerlo. Pero nada más alejado de las intenciones del director Jorge Croce. En verdad el peso del título no está dado como podríamos pensar inicialmente en “Stand up…”, que sería el ámbito donde se mueven los protagonistas, sino en “…villero”, que es la condición que los protagonistas vienen a refrendar. Y entonces Stand-up villero es antes que nada una declaración de principios y una posición ante el mundo: si el stand-up es una actividad que podemos relacionar con cierta clase media que tiene como tema de conversación para qué lado enrolló el papel higiénico, aquí nos encontramos con un grupo de comediantes que nos dicen que sí, que son villeros, que sí, que su mundo es mucho más complejos, y que sí, que van a hacer chistes con cuestiones complicadas como las adicciones, el desempleo, la pobreza o el aborto.

El documental se presenta como el registro de la vida de tres humoristas de sectores marginados que tomaron cierta notoriedad, los sigue en su vida diaria y en lo que mejor saben hacer, estar sobre el escenario y monologar con gracia sobre la tragedia de lo que ellos viven como cotidiano. Hay un grado innegable de provocación en los standaperos Germán Matías, Sebastián Ruiz y Damián Quilici. Ellos saben qué representan y a quién le hablan, también saben que su condición de marginados les otorga un grado de inimputabilidad e incluso disfrutan de tener el público equivocado: incomodar es básicamente la materia fundamental del humor. Y ahí otra de las claves de la película de Croce: convertirse en un objeto de rebelión contra la corrección política y de los bienpensantes, esos seres sensibles que se la pasan censurando, con su fascismo amable, todo aquello que se corre unos centímetros de su sistema de valores. En Stand-up villero hay chistes inconvenientes, pero nunca inconsciencia. Croce entiende las reglas en las que está jugando, se pregunta sobre los límites del humor pero nunca traza límites a sus protagonistas. Que el humor es una herramienta, es indudable, y que está en el centro del debate actual, también: seguramente se trate del género que más censura y autocensura sufre en el presente y sobre el que caen las condenas más veloces y simplistas. Hacer reír es un arte increíble, también un posible delito para la policía ideológica de hoy.

Entre monólogo y monólogo, la película introduce el testimonio de Nancy Gay, humorista reconocida en el ambiente del stand-up que además enseña el arte del monólogo. Uno de sus aportes más interesantes es aquel en el que explica que ella enseña a pintar, enseña la técnica, que después cada uno puede pintar con lo que quiera, incluso con mierda. El humor, entonces, es un arte que además nos define: el machismo, la xenofobia, el racismo son cuestiones que suelen traficarse en el humor, y ahí está la inteligencia del comediante para entender las diversas capas de lenguaje que pueden atravesar un chiste. Acompañar el visionado de esta película con Comedians in cars getting coffee, el especial con Jerry Seinfeld, es un buen plan si uno quiere no sólo reírse, sino además pensar sobre qué nos estamos riendo y analizar cómo es que se construye la risa.

Si pensamos que lo marginal en la vida de Matías, Ruiz y Quilici es el barrio que habitan, la complejidad de un mundo plagado de inequidades sociales y económicas, tal vez estemos en lo cierto. Pero en verdad Stand-up villero nos dice que hay una marginalidad peor, que es la de ser humorista en un mundo que ha perdido el sentido del humor progresivamente, un mundo de gente que se toma demasiado en serio a sí misma. Por suerte la comedia, la buena comedia, sigue siendo un grano en el culo. Este documental lo demuestra con una energía que le falta al 90 por ciento de las supuestas comedias que se filman en Argentina.