St. Vincent

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

Indudablemente no hablaríamos de "St. Vincent" sino fuera Bill Murray su protagonista. En sí, el film llegó tan lejos, como lo permitió el carisma y oficio del increíble y veterano actor. Porque no puedo decir que este segundo largo de Theodore Melfi (una apuesta de la industria, más productor que otra cosa) sea redondo ni mucho menos, pero su valor radica en la potencia de Murray para exprimir una historia simple y volverla una película amena y atractiva.
No vamos a descubrir que es un actor que está de vuelta, sí decir que papeles como el que hace en "St. Vincent", le quedan perfectos, a medida.
Ya saben...Humor ácido, corrosivo, lenguaje gestual extremo, aire de "la vida es esto, y hay que vivirla hasta donde dé" (I wanna be a Rolling Stone, no?) elementos que utiliza el viejo Bill para empujar el film hacia arriba. A ese arsenal, sumale un niño para establecer esta complicidad de edades que da lugar a escenas tiernas, y estás adentro: seguro la vas a pasar muy bien aquí.
La historia es la de un hombre mayor, bastante deteriorado, jugador, con problemas económicos y bastante particular. A su vecindario llega una mamá con problemas, Maggie (Melissa McCarthy) con su hijo Oliver (Jaeden Lieberher), escapando de un matrimonio complicado.
A nadie le sobra un dólar y ella rápidamente se ve forzada a establecer una relación con el vecino de al lado. Al trabajar muchas horas, no tiene medios para dejar al pequeño y no le hay más alternativa que "contratar" a Vincent como "babysitter" como medida de emergencia.
Claro, el juego, las bebidas alcohólicas, las malas compañías y los incidentes estarán a la orden del día, dado que el adulto "mayor" es un sujeto que no se priva de nada. Hasta tiene un pseudo romance con una prostituta rusa (jugada por Naomi Watts, bastante difícil de reconocer) para completar una vida bastante intensa dada su avanzada edad. Es así que Oliver y Vincent se harán amigos, y compartirán divertidas aventuras juntas (un poco de todo, por supuesto).
Todo terminará (más allá de algunas vueltas de tuerca) de manera previsible y placentera.
El guión de Melfi no ofrece muchos matices, pero el magnetismo de Murray, su impresionante dominio de cuadro, hace que a la película no le sobre un fotograma. Absolutamente adorable por donde lo mires, el hombre vuelve a hacernos reír en forma con su estilo personal.
Si te van las pelis de Wes Anderson o viste mil veces "Lost in translation", no te la tenés que perder. Muy buena.